Los agasajos inútiles

En este navideño tiempo, con la noche de paz aplastada por la alcantarilla,  ignoramos si el respetable Papa de hoy fue multado por andar en calles alemanas sin cinturón de seguridad en su cómodo y veloz papamóvil. Pero desde aquí, desde el otro lado del mundo poblado de orientales, donde las multas nunca se pagan, nos vemos precisados a acudir al despacho del Sumo Pontífice. Para desde una opción preferencial por los pobres, solicitarle a su majestad que haga algo, una epístola,  una encíclica, una misa, para que en esta ciudad las altas autoridades de todo calibre y pelaje no despilfarren los presupuestos con el cuento de la chocolatada, la panetoneada, la jugueteada. Para los niños, para los pobres.

Es muy posible  que no nos atreveríamos a acudir  a la Santa Sede, ni a la comprobada autoridad  papal,  si esos gastos, esos convites, esos brindis,  donde hay una sospechosa caridad y una compasión discutible, fueran  hechos con plata de los bolsillos de cada autoridad. Con sus jugosos sueldos, con sus también jugosos aguinaldos. Pero sucede que ese  billete es dinero público, es de todos  los contribuyentes. O sea de nosotros mismos. ¿De qué partida sale esa marmaja que no es una bicoca? ¿Cuánto gasta, por decir, una entidad para agasajar a 300 niños de un solo comité de esta ciudad?  Ese dinero no retorna. Ni sirve a los  pobres.

La estupidez del “No hay plata”, frase emblemática de tantas autoridades, es una ofensa considerando solo lo que se desperdicia en chocolatadas en cada diciembre de todos los años.  Pero más ofensa es el ninguneo al pobre de estos lares. Los políticos creen que los pobres solo pueden comer de vez en cuando, bailar y chupar aguardiente.  Nada más falso.  “Un molino para el arroz”, nos repetía el amigo campesino cada vez que había elecciones. Eso era lo que quería su comunidad. Para no vender el arroz en chala y tener que comprar después a otro precio solo porque los demás podían pilarlo y envasarlo. “Un molino para el  arroz”, y no regalos, licores y hasta panetones. ¿Tan difícil es entender que la pobreza no se borra desperdiciando  el dinero?