Por: Moisés Panduro Coral

 

Después de la crisis derivada del derrumbamiento de la época del caucho, la incipiente burguesía loretana inició un proceso de reconversión productiva que ha sido poco estudiado. Este proceso, con todas sus falencias y errores de apreciación sobre el funcionamiento de la naturaleza en los aspectos de capacidad de uso del suelo, arquetipos sistémicos, eslabonamiento trófico, fragilidad de la arquitectura florística, ciclos de nutrientes, entre otros, tuvo su máxima expresión en la siembra, cosecha y comercialización agroindustrial a partir de plantaciones pequeñas de algodón y caña de azúcar; así como en la exportación de productos no tradicionales, transformados primariamente, como son: aguardiente, tableros de madera preciosa, botones manufacturados de yarina, miel de caña, entre otros.

La producción venía de diferentes cuencas en las que se establecieron los denominados fundos, instalados en la forma de unidades productivas en base a inversiones efectuadas, en la mayoría de los casos, por ex empresarios que estuvieron ligados directa o indirectamente a la desmoronada actividad cauchera, sabedores de que sus capitales corrían el riesgo de extinguirse inexorablemente. Estos emprendedores apostaron por el aprovisionamiento de los mercados citadinos con plátanos, cereales, frutas y tubérculos, y también por la agroindustria y la transformación industrial de los recursos naturales.

Uno de los hitos en este proceso se dio en julio de 1943 con el enlazamiento terrestre de Pucallpa -ciudad de Loreto entonces- con Lima y la sierra central. Había llegado el momento para que esa todavía incipiente producción salga al mercado nacional a través de una vía más rápida y de menores costos. Pucallpa que hasta 1910 era apenas un caserío con una agencia municipal dependiente de Contamana pasó en pocos años a ser un floreciente puerto fluvial que, progresivamente, fue alcanzando su crecimiento económico autónomo hasta convertirse en una ciudad competidora del centro regional, logrando su territorialidad y su autonomía administrativa y política en 1980 con la creación del departamento de Ucayali.

Este rápido pincelazo de la evolución de la economía regional me permite responder brevemente la pregunta acerca de si Loreto tiene futuro como región agroindustrial. Yo creo que sí, ya lo hemos intentado con relativo éxito entre 1915-1965, aunque en un nivel germinal que, paradójicamente, fue aniquilada por las exoneraciones tributarias no diferenciadas dadas en 1965 y que no han producido el fruto anhelado de desarrollo en más de 50 años de su aplicación.

En Loreto, apenas el 1.57% de las tierras son aptas para cultivos en limpio, éstos son los llamados barrizales, pero existe un 1.76% que son aptas para cultivos permanentes, que podrían ser destinadas a cultivos agroindustriales. Brasil, por ejemplo, necesita solo el 1.4% de las tierras cultivables para atender la demanda de etanol (biocombustible obtenido de la caña de azúcar) que mueve el 60% de su flota que al año 2015 era de 36 millones de vehículos. En el mismo sentido, nuestro vecino se ha fijado las metas ambiciosas de reducir en 37% sus emisiones de dióxido de carbono para el año 2025, y en 43% para el año 2030, orientando el uso del 2% de sus tierras para la producción de etanol, con lo que reducirá considerablemente las 1,500 millones de toneladas de gases de efecto invernadero que produce, todo lo cual lo califica para las negociaciones sobre el cambio climático.

En el caso de Loreto, y sin hablar de biocombustibles, sino de agroindustria y de industria transformativa ¿acaso no es posible encontrar un punto de equilibrio entre los requerimientos de tierras para estas actividades económicas, la sostenibilidad ambiental, la atención a la demanda de empleos e ingresos, la reconversión exportadora y la reducción de la pobreza en nuestra región? Mi respuesta es afirmativa, con tecnología amigable, con un marco legal propicio, con integridad política, con inversiones de largo aliento, pero más que todo, rompiendo la actitud de perro del hortelano algunos sectores que no nos ha permitido hasta ahora derribar mitos, romper tabúes, liberar la mente.