Por: Gerald Rodríguez

 

Aunque la verdad, esa palabra tan misteriosa, no siempre sea la eterna búsqueda de lo absoluto, entre estos escombros de la realidad, nunca seremos felices, porque nunca habrá un nido de igualdad en los rincones de este país. Con gran acercamiento a la identidad peruana, como una onda armónica, las palabras Madera, Oro, Petróleo, son tres palabras que resumen los ocultos conflictos sociales en el Perú, y son tres palabras que forman la parte del libro GUERRAS DEL INTERIOR (2018) de Joseph Zárate, que nos disminuye la historia de nuestros conflictos sociales con este libro, hasta hacerlo tomar una dimensión humana. 

Desafiando todas las nuevas formas de hacer periodismo, GUERRAS DEL INTERIOR nos interna en lo más remoto y oscuro que puede ser el negocio de la madera, el oro y el petróleo, en el Perú, como en cualquier parte del mundo, y que es esta clase de periodismo lo que nos intenta ponernos en alerta de lo que está sucediendo, esperando siempre una reacción nuestra. La prosa impetuosa de Zárate se levanta tras los golpes que suscita entre el empresariado y aquellos seres únicos, distantes, extraños, ocultos, que se enfrentan ante el poder, ante la injusticia, ante ese oscuro sistema que cree que puede adueñarse de lo que sea, así sea de la vida de gente luchadora e inocente. No hay transida de miedos en ninguna de estas tres historias, solo hay rabia desenfrenada, desvelando lo oculto que puede ser algún sector del empresariado, ese sector hipócrita del capitalismo reinante, que tanto Edwin Chota, Máxima Acuña y Osman Cuñachí lo desnudan mostrándonos lo inmundo y lo escatológico que puede ser la ambición y el poder de cierto sector empresarial, vulnerando todos los derechos humanos. Aunque exista siempre un permanente escape de la realidad que nos muestra algunos sectores del periodismo en nuestro país, este libro nos devuelve la esperanza de una nueva prensa de investigación, que levante conciencia en los lectores y nos muestre la parte oculta de la realidad.

La transmisión de sensaciones, ideas, rabia, dolor, pena que nos genera la lucha del asháninka Edwin Chota contra la tala ilegal en la comunidad amazónica de Saweto, hasta que los traficantes lo asesinan, es lo que pocas veces nos genera últimamente la prensa. Entre la cruel negrura del petróleo derramado en los ríos que bordea la comunidad de Nazareth, aparece en una foto, que dará la vuelta al mundo, el niño Osman Cuñachí que, por veinte soles pagado por unos representantes de Petroperú, se fue a recoger petróleo derramado en el río, como si su vida no valdría nada más que eso. Y entre un candor de neblina, Máxima Acuña avanza hacia su éxodo de lucha para no ser despojada del único terreno que es de su propiedad, pero que con feroces artimañas de negociantes embusteros la empresa Yanacocha intenta demostrar que no le pertenece. El silencio que nos deja la lectura de este libro es perturbador, y no tanto porque vaya cargado de maldad, sino porque es nuestro fiel retrato de humanidad la que nos muestra ambos lados de las tres historias: la subsistencia, la lucha por lo justo y la crueldad. Intensa y profunda son estas historias que retratan un país civilizado, un país que no se avergüenza de no haber hecho justicia por estas miserias y sus efectos sobre los más pequeños, donde el negocio vale más que la vida, donde el oro vale más que el agua, que la madera vale más que la vida, y donde el petróleo vale más que los derechos humanos. Nuestra realidad oculta no es siempre lacerante, porque tal parece que nos han robado el corazón.