Desde aquel bendito pie de página de José Carlos Mariátegui en los “Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana”, la literatura amazónica ha sido eso: un pie de página anecdótico de la literatura, la peruana. Ese santificado pie de página ha sido casi una sentencia inapelable que propios y extraños la han acatado sin rechistar. Es más, con agridulce resignación. Es por eso que suena como un latiguillo lacerante y embrujado que ha dejado aturullados. Pesa como una losa deshacerse de ella. Otro embate y dentellado posterior fue lo que dijo Vargas Llosa sobre la literatura amazónica cuando develaba como escribió “La casa verde”, claro no entendieron el proceso de la literatura de los bosques. Y es casi un lugar común que se diga que la literatura amazónica en relación con la peruana es una literatura marginal. Si decimos eso, o mejor dicho repetimos como papagayos ese presumible axioma, estamos aceptando implícitamente el juego que nos hace el centralismo “mental” de muchos peruanos y peruanas, y que muchos amazónicos, sobre todo los caciques culturales, o animadores de la cultura, caen con mucha frecuencia. Hasta por el nombre la literatura amazónica desborda a la peruana (pero no nos hemos querido darnos cuenta y cerramos los ojos), porque a la peruana se la vincula a un país, la amazónica, en cambio, es a una región geográfica que no atiende a fronteras políticas, a un ecosistema, a sus hombres y mujeres ancestrales de saberes, a otras voces venidos de tierras lejanas. Así que hay mucha tarea de por medio. Decir que la literatura amazónica es marginal (se entiende, marginal a la peruana, es contra natura con la floresta) es un concepto fácil, de perezosos, de buscar acomodarse en un lugar en ese conglomerado culturalmente difícil como es el peruano, que todavía es dominado por “colleras raciales” o de falsos dilemas como el de ser criollo o andino. La literatura amazónica es más que esos badenes. Es una literatura de márgenes.

 http://notasdenavegacion.wordpress.com