ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel
Los letreros, a veces, expresan el alma de un pueblo. Los recuerdos, siempre, refrescan los momentos. Hoy que se habla nuevamente, y seguro por la campaña electoral, del trato que debemos dar a los que llegan de otros lugares, me ha cogido la nostalgia. rUna tarde que deambulaba con Percy Vílchez por una de las calles de Manaus allá por el 2014, en el centro desordenado y sobrepoblado me llamó la atención un letrero en la puerta de un hotel que decía algo así: “Aquí no se aceptan empleados públicos en horario de oficina, gracias por su comprensión”. Era lo que podría llamarse un establecimiento para parejas que se daban caricias y más en medio de infidelidades mutuas. Pero el letrerito llamaba la atención e invitaba la precaución. Cuando una mañana de febrero llegaba a Buenos Aires para celebrar un día de los enamorados con Mónica en el aeropuerto “Ministro Pistarini”, más conocido como Ezeiza, una frase llamaba la atención del pasajero: “Aquí tratamos a los ciudadanos extranjeros de la misma forma como en sus países tratan a los argentinos”. Unas palabras para marcar territorio y de alguna forma apelar a aquello que tanto se ha perdido: respetos guardan respetos. Ahora que ando por Bilbao con la compañía entrañable de José María, Chema Salcedo, he releído con atención los letreros en tres idiomas que abundan en el aeropuerto vasco. En todos ellos se lee los mensajes en inglés, español y euskera. Más allá de las particularidades del país vasco, con esos mensajes se rinde poético homenaje al idioma más antiguo de Europa. No es que intentemos proponer que en los hospedajes de Iquitos se coloquen letreros restrictivos hacia los empleados públicos. Tampoco que se coloque letreros sobre el tratamiento a los extranjeros. Tampoco que se inicie una discusión sobre la posibilidad de colocar letreros en iquito o cucama en el aeropuerto “Secada Vigneta”. En estos tiempos de memes bien vale dar una mirada a los mensajes públicos que andan por el mundo.