LETREROS INÚTILES

 

El que recorre estas calles iquiteñas del Señor y sus socios en la tierra nunca ha dejado de ver los letreros inútiles. En sus andanzas diarias, en sus itinerarios nocturnos, en sus visitas a sus lugares de preferencia como los bares, ya sea en  vehículo o a esforzada pata, no puede dejar de enterarse que hay gente que pierde su tiempo pintando, clavando o poniendo esos letreros que nadie hace caso. No nos referimos solamente a eso de que aquí se construirá tal o cual obra, a la máxima velocidad que pueden permitirse los conductores de vehículos, al respeto al semáforo, a eso de que si tomas no manejes, al otro de beber en exceso es dañino para la salud y a otras perlas del hierbal de marras. Casi siempre esos avisos, esas advertencias, están por las puras albóndigas, las simples arvejas de nuestras vidas.

En ese abundante mundo de los letreros, el que  más llama la atención a este editorialista es eso de prohibido botar basura, bajo pena de multa. Casi siempre esos letreros están rodeados, justamente, de desperdicios. A cualquier hora del día, de la noche, del feriado corto o largo, del aniversario de bodas, de la celebración de la primavera, del partido por la eliminatoria, de la cita con la suegra. Así vivimos en este potrero canto al río Itaya. Enletrerados a cada paso, pero fregados cívicamente. En la calle Cahuide, por citar solo un caso, no existía hasta hace poco el dichoso letrero inútil cerca o sobre las cochinadas. Pero ya se acumulaban las porquerías. Como si los recicladores les hubieran pagado a los vecinos para acumular las sobras o los trastos, surgió un flamante cerro, a unos cuantos metros de la Facultad de Enfermería. Como es natural, la autoridad edil, a la par que ponía a funcionar las furgonetas, clavó el letal letrero que nadie hace caso. Y lo clavo en medio de la basura, al parecer. Porque todo sigue igual.

Es cierto que los letreros ayudan en jornadas de sensibilización. Nada que discutir sobre ello. Pero mejor sería si se implementarían con otras medidas tendientes a que se ejecuten las medidas. Y eso es lo que falta, nos parece, para que los letreros se cumplan. Para que no sean letra muerta. Caso contrario, podemos llenar la ciudad y el campo y la frontera y los países vecinos con letreros y letreros y no pasará nada nunca. Como hasta ahora.