Antes de que terminaran  las clases escolares del 2015 las autoridades de la zona peinaron toda la región regalando mochilas. En una cruzada impresionante toda escuela, colegio, centro educativo,  recibió la visita de esos personajes que se dieron a la tarea de nutrir con esos objetos a los escolares de ambos sexos. Las mochilas adquiridas eran tan abundantes que no se agotaron en la repartición. Quedaron varadas en los almacenes de ciertas entidades. Como no se podían repartir a nadie más, esas mochilas quedaron como cosas inoportunas. Así que las autoridades se dieron a la tarea de jugar lanzándose las mochilas.

En ese entretenimiento estaban cuando se detectó que una de las autoridades, el alcalde de San Juan,  estaba vendiendo las mochilas a cómodos  precios. El mismo en persona ponía su puesto de venta cerca al mercado de los artesanos y, cantando sus boleros de cantina y de arrabal, ofrecía esos sobrantes de las donaciones anteriores. Lo interesante era que esas mochilas eran compradas rápidamente por los transeúntes. Antes de que hiciera su racha, las otras autoridades hicieron lo mismo y en poco tiempo las calles de la ciudad se llenaron de vociferantes mochileros que no vacilaban en dar sus objetos al crédito.

La cosa hubiera continuado hasta agotar las mochilas. Pero entonces apareció un candidato que tenía como símbolo una mochila rebosante de útiles escolares, artículos de oficina y otras cosas.   Allí se armó la pendencia pues las autoridades le hicieron la guerra a ese oportunista que sacaba a relucir objeto tan compenetrado con ellos. El candidato fue declarado persona nada grata a los intereses del gremio y fue víctima de un juicio. Mientras la justicia buscaba dar su veredicto, esas autoridades también postularon a un cargo usando las mochilas como promesas de regalos a diestra y siniestra. El candidato  entonces les hizo una denuncia por apropiación intelectual y material y la cosa esta que arde hasta ahora.