Escribe: Marco Antonio Panduro

Con motivo de los 150 años de fundación de Iquitos como puerto fluvial, en 2014, la Telefónica publicó IQUITOS, un libro en formato enciclopédico que consideró dos tipos de ediciones; una, grande y de lujo; y la otra, de tamaño más pequeño y económico, pero de mayor tiraje. Además, con el fin de que tenga mayor alcance y difusión, su versión digital está disponible tanto en inglés como en español. Adjuntamos uno de los links para los interesados: https://es.scribd.com/document/565034106/IQUITOS-Telefonica#.


En la anterior columna, habíamos abordado sobre la situación crítica de una edificación emblemática erigida en los tiempos del Caucho –la Casa Strassberger ubicada en el Malecón Tarapacá– y su olvido secular y su deterioro inexorable ante la indiferencia de las autoridades y la ignorancia complaciente de los mismos ciudadanos. Una edificación que forma parte de la zona monumental. Ahora toca partir desde el centro hacia las afueras.


Dividido en cuatro temáticas –Historia, Medio ambiente y desarrollo, Interculturalidad y Artes–, en este libro colaboran científicos sociales, artistas, historiadores, escritores, críticos literarios. Aquí un puñado de participaciones de estos intelectuales que contienen interesante información, centradas principalmente en los temas de medio ambiente e interculturalidad.


Si bien la zona monumental de Iquitos es una zona con reminiscencias arquitectónicas de origen europeo y lusitano (algo de la influencia mora ha quedado en estas también), es asimismo, en mayor medida, una ciudad indígena. Como señala Maritza Tamani, Iquitos –durante la época del caucho– recibió un mosaico de razas y naciones, entre san martinenses y extranjeros. Pero además en la configuración de la ciudad se presentó una dinámica de migración con los llamados “cinturones territoriales de migración interna”: Belén, Punchana, San Juan y la zona oeste de Iquitos, es decir, Moronacocha, barrios donde se asentaron principalmente población indígena.


La cita tomada del libro LOS QUE LLEGARON DESPUÉS (1992), de Gutiérrez Neyra, es pertinente, pues hace ver la impronta de una característica cultural oriunda que se ha permeabilizado en diferentes sectores sociales y de distintos orígenes: «La vida diaria se desarrolla de la habitación sala de la vivienda hacia afuera, no existe una privacidad definitiva. Otros componentes rurales se observan también en la construcción de las viviendas: un solo ambiente con pequeñas divisiones de madera y/o telas, donde se ubica el dormitorio, la cocina y la sala-comedor, en tres espacios diferentes».


En esta reunión de artículos se deja un dato interesante sobre la formación de la ciudad. Es Eleodoro García quien traza un plano de la ciudad, en 1920, mas el primero que se conoce es la del capitán de navío Enrique Espinar, en 1886. Durante el primer quinquenio del siglo pasado la zona baja de Belén ya tiene ese dinamismo e irradia esa energía bullente que hasta hoy se siente. Y durante el periodo de 1950 a 1960, el popular barrio inundable está consolidado. Pero sostener que Belén es el centro que aglutina a población indígena resulta reduccionista como simplón, la confluencia de diferentes culturas oriundas deniega la aseveración simplificadora de etiquetar a todos como uno solo.

Tomando las palabras de Martín Reátegui Bartra, por su riqueza de colores «es revelador que el caucho y la shiringa hicieron que Belén se convirtiese en un mosaico de giros idiomáticos y culturas diversas. Junto a los pueblos indígenas ya asentados, oleadas migratorias de gente venida de las altas montañas del Huallaga, de los Andes y la costa, sumados a extranjeros portugueses, brasileños, ecuatorianos, ingleses, alemanes, franceses, españoles, vascos y un gran número de chinos venidos de Cantón, acoderaban sus vidas en este puerto de alegrías y nostalgias».

Juanjo Fernández ha publicado en el último número de Caretas ORO EN EL NANAY: LA AMENAZA QUE NO CESA (Véase: https://www.caretas.pe/nacional/oro-en-el-rio-nanay-la-amenaza-que-no-cesa/). Una crónica-reportaje sobre el estado nada auspicioso para el presente y futuro de Loreto de continuar la extracción del oro de manera informal e ilegal. Las líneas que siguen, firmada por Marc Doujearanni, y aparecida también en la publicación de Telefónica, en 2014, suena a advertencia que ha quedado sorda luego de nueve años de publicada esta: «La minería, como la explotación de hidrocarburos, es tanto una oportunidad como un desafío. Si se hace, deben usarse en ella todas las técnicas conocidas para limitar sus impactos negativos. Lo que Loreto no puede ni debe tolerar es la dispersión de la minería informal o ilegal. La extracción de oro aluvial debe estar, simplemente, prohibida tanto en el lecho de los ríos como en las riberas. La repetición de la situación de Madre de Dios, que no supo combatir esa tragedia humana y ambiental, debe ser evitada a todo costo y desde sus primeros síntomas».

El texto del reconocido investigador aborda también el tema de la conexión terrestre y nuestra condición sempiterna de insularidad: «Hay planes viales y los hay hidroviários y también ferroviarios y cada uno de ellos no lleva en cuenta las propuestas del otro, resultando, […], en duplicaciones absurdas y en altos costos económicos, sociales y ambientales, a pesar de pertenecer todos al mismo sector. La viva imagen de postal el puente construido a todo costa es muestra de estas incoherencias, de que no existe un plan orgánico de desarrollo de la Región y de que cada uno tira para su lado.

A propósito de Qaly Warma y las críticas recibidas por su génesis centralista salida de la capital, entre otros programas de tipo social: «El uso de lo que da el bosque ha ido disminuyendo, según lo que he encontrado en algunas comunidades nativas. Se ha ido perdiendo el uso de ciertos insumos o ciertas plantas. La pérdida de estos saberes tiene que ver con el impacto de la modernidad, con el acceso a productos envasados e industriales. El Estado, en vez de incentivar y promover la conservación, introduce una lógica de comercio de consumo y de asistencialismo con productos empacados como fideos, etc., que matan la alimentación en la Amazonía.»

Para nosotros es importante subrayar “fideos” y “productos empacados”, cuando desde Loreto y para Loreto buen podría crearse una cadena de producción alimenticia local, beneficiosa en la dinámica económica como a nivel de salud de los consumidores, pues como señala Alberto Chirif, una característica de la culinaria amazónica de raíces indígenas es que esta es baja en grasas y carente de frituras; la patarascha el más excelso ejemplo. Consideremos así también desayunos escolares en base a tapioca o mazamorra de plátano.

Ese «There is something special here!» –pronunciado por un turista, mientras maravillado miraba el paisaje amazónico– no es que sea algo venido e importado del primer mundo. Nace de aquí, viene de aquí, y ha estado aquí. Sería bueno ponerle alto a la empecinada tarea de meter cemento a todo lo que no amerita en vez de plantar árboles, aprovechar los frutos de la naturaleza amazónica –no seamos tan literales–, y potenciar al capital humano de aquí naciente. Entonces nuestros pasos hacia una propia modernidad –que no deben ser imitativos ni calcos ciegos– podrían estar asegurados.