Hace unos días, cuando se dieron a conocer los resultados de las elecciones a boca de urna, los fujimoristas no podían creer que su lideresa Keiko Fujimori había quedado detrás de PPK. Eso era imposible. La campaña había sido millonaria, con paneles publicitarios por todas partes y spot en los principales medios de comunicación. ¿Cómo era posible que Keiko esté detrás de PPK? Si en el debate en Piura, Keiko había seguido las instrucciones al pie de la letra, no había dejado nada al azar. Había enfilado sus críticas contra Kuczynski, Vizcarra y Araoz. A dos semanas para las elecciones, había sacado ocho puntos de ventaja según CPI, una de las encuestadoras más “confiables” del país. Los fujimoristas pensaban que era una broma de mal gusto de GFK. La china tenía que estar encima del “viejito decrepito”. No era posible que un hombre de sesenta y siete años le haya ganado a una mujer de cuarenta y uno. Los dirigentes de Fuerza Popular se preguntaron dónde habían quedado las muestras de cariño y apoyo a Keiko en el sur. A dónde fueron a parar los votos de la selva, ese inhóspito y verde rincón del Perú, donde la riqueza de los minerales y el petróleo no llegan. Nadie sabía lo que pasaba. Horas más tarde, se informó que Kenji Fujimori no había ido a votar, ese era el voto que el fujimorismo necesitaba. En el conteo rápido perdían por décimas. PPK le había sacado más de 100 mil votos de ventaja. PPK pedía mesura a su militancia, nada estaba dicho, aún faltaban contabilizar miles de actas. Climper había desaparecido del mapa, estaba como no habido. Días antes, la acusación de haber manipulado un audio a favor de Joaquín Ramírez, había desatado una crisis en Fuerza Popular, trayendo a la mente de los peruanos el recuerdo de las oscuras maniobras del tío Vladi, a quien le encontraron un celular en su celda de la Base Naval. ¿Con quién hablaba el tío Vladi esos días? Nadie lo sabe, pero una extraña sonrisa se dibujaba en su rostro mientras leía el diario decano de la prensa. Días antes, Joaquín Ramírez había dado un paso al costado, dejando un vacío en la secretaria general de Fuerza Popular. Climper tuvo que asumir –interinamente- el cargo dejado por Ramírez, y lo hizo bien, ya que su primera gran acción como tal, fue editar un audio tendenciosamente para entregárselo a un programa periodístico, cuyos conductores tuvieron que renunciar ante el escarnio público. A pocos días para el 5 de junio, el colectivo “No A Keiko” anunciaba una última movilización en la plaza San Martín, a la que asistieron miles de personas con pancartas y arengas contra el fujimorismo de la década del 90, ese que le hizo un daño irreparable al país, entregando territorio patrio y negociando con militares, empresarios y periodistas los lineamientos a seguir para perpetuarse en el poder. Pero todos estos inconvenientes no podían tumbar al fujimorismo, un partido sólido, con trabajo de base, que hizo una campaña en estricto “cumplimiento” de la Ley Electoral. Los fujimoristas no acostumbraban a dar dádivas en sus actividades, ni mucho menos entregar tapers con dinero. Eso era imposible de pensar. El último domingo, la prensa nacional se dio cita en el desayuno familiar de Keiko, ella estaba sonriente, como durante toda la campaña, a su lado estaban sus hijas y su esposo, un poco más allá su madre y su hermano Kenji. Keiko se animó a hacer “ventanitas”, que no es otra cosa que un pan molde con huevo a la sartén. Algunos creían que Keiko no sabía cocinar, pero demostró sus dotes para el arte culinario quemando uno de los panes, el cual le entregó –resignadamente- a Mark. Aquel día, literalmente, a Keiko se le había quemado el pan. No en la puerta del horno, pero quizá era un anticipo de lo que vendría después. Las cámaras estaban listas para seguir a los candidatos. En algunos centros de votación se habían presentado inconvenientes por personas que llevaban prendas con “propaganda política”, algunos de ellos con la frase que se convirtió en tendencia: “tú no has cambiado pelona”. En esa frase se puede sintetizar el 10% de votos que obtuvo PPK y que le faltaba para consolidarse en el primer lugar. Después de conocer los resultados, PPK dio un breve discurso en su local de la Av. Arequipa, estaba afónico, quizá de tanto celebrar anticipadamente. A su lado estaba su esposa, pero también Vizcarra y Araoz. Keiko prefirió esperar el primer resultado de la ONPE en el Hotel Meliá, del lujoso distrito de San Isidro. Saludó a sus simpatizantes desde la terraza, y pidió calma. Esa noche, los resultados de la ONPE se ajustaron al de GFK. Hubo desazón en el fujimorismo. Cinco años de trabajo se estaban yendo al agua. ¿Por qué? Quizá la respuesta la tengan Ramírez, Climper, Spadaro y todos aquellos fujimoristas que cuando declaran a la prensa, lo hacen creyendo que el ataque es la mejor arma. Keiko se había preocupado por dejar sin piso a varios fujimoristas de la época de su padre, pero en la cúpula seguían las mismas parias del pasado. Por segunda vez, Keiko vuelve a perder la presidencia del Perú, primero fue ante Ollanta, y ahora frente a PPK, quien irónicamente le apoyó en la campaña pasada, diciendo que era la mejor opción para la presidencia. Cosas de la vida y de la política. Las actas ya se han contabilizado al 99.5%, y la diferencia entre Keiko y PPK es de más de 40 mil votos, lo que demuestra que en junio no hay milagros. Quisiera saber qué pasará con Keiko en estos meses, seguirá al frente de Fuerza Popular, o le entregará la batuta a su hermano, quien parece estar “armando” un equipo político –desde ya- para el 2021. Sería espectacular ver en un titular un abrazo y apretón de manos entre Keiko y PPK, con la leyenda: “trabajarán de la mano por el bien del país”, y es que del plan de gobierno de Keiko se pueden rescatar muchas cosas, menos la corrupción y el autoritarismo. PPK no la tendrá fácil, ya que los fujimoristas han dicho que el legislativo les pertenece. Y si quiere lograr la aprobación de las políticas de Estado, tendrá que dialogar con los naranjas, eso si es que el partido no se desinfla en el camino, ya que de los 73 congresistas, solo 11 son partidarios y el resto “invitados”. Además, PPK tendrá que elegir bien a sus ministros, ya que éstos serán el pilar para hacer un buen gobierno, porque si no elige bien a sus funcionarios, de aquí a cinco años estaremos hablando de lo mismo: corrupción, delincuencia, pobreza y desigualdad.