El estado de sitio se ha declarado en Iquitos esta semana. No  por disturbios sociales, por la presencia de cabecillas de facciones violentistas o por cualquier brote de la habitual delincuencia, sino para frenar el increíble vandalismo del asombroso mono Martin. En algún momento, el simio de marras, se escapó del control de sus dueños y, convertido en una fuerza arrasadora, en una descarga descontrolada,  hizo estragos y añicos las cosas de los vecinos. Era impresionante su capacidad de destrucción de las cosas, los enseres, los adornos y no dejaba nada en pie como si fuera un alud mortal. Lo sorprendente de ese ataque era que el primate no se dejaba agarrar, se esquivaba con suma habilidad, saltaba paredes como volando, iba de techo en techo, transitaba las calles como una saeta, y era  tan escurridizo que aparecía y desaparecía en cualquier parte de la ciudad. Durante días no se tenía noticias de sus andanzas y todo el mundo se olvidaba de sus desmanes, hasta que volvía al ruedo con más ímpetu destructor.  

Nadie le podía agarrar y lo más sorprendente es que en ese tiempo el mono Martín adquirió la extraña costumbre de visitar las oficinas de las principales autoridades de la ciudad. Entraba como una tromba y, esquivando los ataques de las personas encargadas de la seguridad, procedía a romper cosas, a destrozar papeles, a voltear sillas y mesas, a escarnecer los símbolos del poder. Luego se daba a la fuga lanzando burlescos alaridos.  Era el colmo que un simple primate tuviera la ocurrencia de agredir a las autoridades y así fue como se coordinó para organizar su captura. Entonces, de varios lugares y direcciones, salieron contingentes armados a buscarle en cualquier parte. Pero el mono Martín, como si supiera que le estaban rastreando, desapareció sin dejar rastro. Un tiempo nadie supo de sus hazañas y se pensó que todo se había terminado. Pero no. Pero el simio apareció convertido en una furia que agredió la oficina de uno de los alcaldes. Ello fue la gota que derramó el vaso de la paciencia. Después de citas, de encuentros, de reuniones que duraban horas de horas, se optó por el estado de sitio para liquidar al conflictivo mono.

En estos días de fiestas patrias y de grandes discursos, comandos uniformados y armados hasta los dientes vigilan las entidades públicas, revisan las cosas de los transeúntes y detienen a los sospechosos de dirigir al primate. Otros efectivos recorren las calles de la ciudad, entran  a la mala a las casas, revisan minuciosamente los interiores, buscando alguna huella del escurridizo primate. Así la ciudad está tomada por las fuerzas del orden y para transitar por las calles hay que pedir un salvoconducto. De vez en cuando estallan disturbios, suenan  disparos y surgen noticias de que han acribillado a tiros a Martín. Pero en realidad, el mono está vivo y coleando porque últimamente ha salido que atacó las oficinas de las autoridades de Requena.