Esta palabra proviene del griego y significa “otro trabajo”, pudiendo traducirse como cambio de reactividad. Las alergias, también llamadas reacciones de hipersensibilidad, son respuestas exageradas de nuestro sistema inmunológico (las defensas de nuestro organismo) al entrar en contacto con determinadas sustancias, llamadas alergenos. Su aparición se debe a los pólenes, unas células reproductoras de las plantas que proliferan durante la primavera. Otros agentes alérgenos son los hongos ambientales, los ácaros de polvo y los epitelios de algunos animales, como los perros, gatos, caballos y roedores. También pueden generar reacciones alérgicas determinados alimentos o fármacos y la picadura de insectos como abejas o avispas. Dentro de los alimentos la leche, el huevo, los mariscos, el trigo, la nuez, el maní, el chocolate y la soya son los más comunes.
A pesar de que son muy molestas, por lo general, las alergias no son complicaciones graves, pero pueden acabar en cuadros más severos, como el asma. Se calcula que el 80 por ciento de los asmáticos tienen, en menor o mayor grado, una base alérgica. En estos casos, el asma aparece también por la acción de los alérgenos y los pólenes son el principal grupo que la desencadena.
Las reacciones alérgicas pueden ser leves o graves. La mayoría de ellas consiste sólo en la molestia que causa el lagrimeo y el picor en los ojos, además de algunos estornudos. En los casos más graves, las reacciones alérgicas pueden poner en peligro la vida si causan una repentina dificultad respiratoria, un mal funcionamiento del corazón y un marcado descenso de la presión arterial, que puede acabar en choque, que es, básicamente, una baja tremenda de la presión arterial. Este tipo de reacción, llamada anafilaxia, puede afectar a las personas sensibles en distintas situaciones, como después de comer ciertos alimentos, tras la ingesta o administración de determinados medicamentos o por la picadura de una abeja u otro insecto.
La mejor prevención es evitar la exposición al alergeno ya que cada reacción alérgica es desencadenada por un alergeno específico, el principal objetivo del diagnóstico es identificar ese alergeno. Existen pruebas que pueden ayudar a determinar si los síntomas están relacionados con la alergia y a identificar el alérgeno implicado. Una muestra de sangre puede mostrar muchos eosinófilos, un tipo de glóbulo blanco cuyo número suele incrementarse durante las reacciones alérgicas. La prueba cutánea RAST (radioalergoabsorbente) mide las concentraciones en sangre de anticuerpos IgE específicos de un determinado alérgeno, lo cual puede ayudar a diagnosticar una reacción alérgica en la piel, rinitis alérgica estacional o asma alérgica.
Para el tratamiento se usan principalmente, en casos leves, los antihistamínicos que bloquean la acción de la histamina. Este es un producto químico generado por el organismo en respuesta a los alergenos. La histamina puede causar estornudos, moqueo, picor en los ojos o en la piel o urticaria. Dentro de los antihistamínicos conocidos están la clorfeniamida, la cetirizina y otros. En casos graves se usan corticoides endovenosos.
Las «vacunas para la alergia» pueden cambiar gradualmente la manera en la que el organismo reacciona a las sustancias que producen la alergia para que no experimente más sus síntomas. La mayoría de las personas que se vacunan seguidamente experimentan una mejora significativa, pero esto no se observa hasta unos meses después de haber comenzado la vacunación, y no suele ser clara hasta que transcurra el año de tratamiento.
Las alergias tienen un componente familiar: hijos de padres alérgicos tienen gran probabilidad de serlos. Las alergias son muy comunes, es necesario saber si uno lo padece para prevenir, para cuidar desde pequeños a nuestros hijos. Se puede llevar una vida completamente normal sabiendo manejarla.