Desde la creación de la Corte Superior de Loreto allá a principios del siglo XX, el 21 de abril de 1907, los que la integran, en gran medida, la han usado para sus fines personales o patrimoniales- parte de la historia de la erección de la Corte la pueden ver en “Bonifacio Pisango entre el descanso de purmas y la memoriosa memoria del tiempo”, desgraciadamente. Es muy interesante propios y extraños cuando se referían a la Corte la veían como un espacio utilizado patrimonialmente por las élites regionales. Era un pozo donde se diluían responsabilidades. O por magistrados que la usaban como un trampolín y conseguir puestos en Lima. Mayormente estaban ausentes en sus despachos y atendidos por jueces provisionales. Uno de los tantos ejemplos de apocamiento en temas cruciales fue la posición de la Corte ante el caso de las muertes de indígenas en el Putumayo, el sonado caso del Putumayo, pasó sigilosamente sobre estos graves hechos como diciendo “no hagan olas”. Lo podemos ver en la primera memoria o rendición de cuentas que hace el entonces el primer presidente de la Corte, Juan Adriano La Madrid,  donde evita meterse en el tema – en la actualidad si hay memorias estas no son públicas que deberían serlas. Me parece que esta omisión de la memoria es clave o es el marchamo que definirá, infelizmente, la actuación de la Corte en temas relevantes en la vida social de los bosques. En el caso del Putumayo en lugar de generar una impronta en el tema de indígenas y recursos naturales, la Corte y sus magistrados desaprovecharon esa magnífica oportunidad y optaron por la posición, más hegemónica, señalando que los indígenas no eran sujetos de derechos, lo decía el fiscal superior. Y desde entonces, la Corte ha ido a remolque en estos temas ¿acaso no se dieron cuenta que la lógica extractivista de los recursos naturales no nos llevaba a ningún destino?, ¿qué los indígenas tenían los mismos derechos y obligaciones que cualquier poblador del país de acuerdo a las leyes de esos años? En el caso de una acción de amparo por el caso de la contaminación del lago de Rumococha en esa misma Corte, por los años noventa del siglo pasado, misteriosamente el expediente se perdió por unos días del despacho del secretario. A pesar de estos apuros y desapariciones del expediente habría que reconocer el memorable fallo de la jueza de entonces en primera instancia sobre el lago Rumococha. Era una gran oportunidad de marcar un precedente que se desperdició en segunda instancia. A todo esto, y volviendo al presente ¿El abogado Hinostroza Pariachi sabía la historia y las debilidades de la Corte Superior de Loreto donde fue magistrado?

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