La trastada del funcionario

En este país tabernero,  el vicepresidente es una figura decorativa, ornamental. Embarcado en cualquier plancha como relleno para la campaña electoral,  es muy eficaz para la foto pertinente o el surtido almuerzo. Pero en términos reales, ejecutivos, no sirve para nada. Eso lo acaba de demostrar, una vez más, el impresentable  Omar Chehade. El  llamado primer vicepresidente del actual gobierno, hasta ahora,  ha ganado portadas metiendo la pata. Es como la famosa gallina que aunque le quemen el pico,  sigue en lo mismo. Don Omar ha vuelto a sus andadas personales, a hacer algo para llenar sus horas vacías, inútiles, de alto funcionario sin función importante.  Pero lo que dijo no es moco de pavo.  

El señor Omar Chehade dijo que quiere alterar la actual legislación peruana,  incorporando la figura del “Delito de prensa”. Para que esa figura actúe  en casos de difamación cometido por los hombres del mejor o peor de los oficios.  El mandatario Rafael Correa ya ha demostrado lo que significa esa palabra  cuando se está en el  trono. Cualquier frase que se considere ofensiva.  Y don Omar viene con el cuento del delito  donde, en el fondo,  anida el caudillo de ayer y de hoy, el viejo y nuevo autoritarismo.

En realidad, lo que quiere el desocupado don Omar es resucitar la calamidad de una de las leyes más horrendas de este país. La Ley de Imprenta que en uno de sus dispositivos prohibía criticar al poder. El aludido no acepta la opinión disidente, la opinión contraria a las razones oficiales.  En vez de buscar algún resquicio legal para convertir a su cargo en algo productivo, en hacer que el cargo de primera dama sea remunerado y no una ofensa a la mujer, mete la pata. Tanto que el mismo Salomón Lerner le ha enmendado la plana.