La sombra de Albania

El gallardo saludo a la bandera, fuera de festejos patrios o izamientos oficiales, es una vieja y perniciosa costumbre de nuestras autoridades. Algunos se pasan saludando cuando no hay ni embanderamientos, ni cañonazos, ni nada, lo que significa que hacen cosas por las puras arvejas o garbanzos. Lo que dicen contra la pobreza, por ejemplo, es un saludo hasta con porte militar antes de un desfile. Eso de que van a acabar con la basura, es otro saludo muy utilizado y muy extendido que usan siempre. Tanto saludar se convierte para muchos en una forma de gobernar una aldea o una ciudad. Mejor sería que formen parte de la retreta para divertir mejor a los niños o niñas que todavía no sufren ante esos descarados saludos a todas las banderas inexistentes.

El más alevoso y avieso saludo a la bandera es permanente y ocurre cuando las autoridades de todo nivel y sueldo, de todo pelaje y oficio, dicen que van a combatir a la corrupción. La corrupción está en todas partes, hasta entre los que dicen combatir con gritos y agresiones a ese mal, pero a la hora de la verdad las denuncias como que se petrifican. No hay candidato que no mencione el combate, la lucha, la guerra,  contra la corrupción, pero en la mayoría de los casos es un simple y conchudo saludo a la bandera.

En el censo mundial de la corrupción Albania ocupa el primer lugar. Esta región remota, este mundo de verdes campos y ocultos cocales, puede empatar esa vanguardia si es que no se hace nada contra ese flagelo. Nos guste o no, la sombra de Albania nos persigue día y noche. Noche y día, nos invita a competir en el delito. Y, saludando a la bandera o sin saludar ni al vecino, avanzamos hacia la punta de la tabla de lo peor.