LA SECTA ENARDECIDA
La recalcitrante falange fujimorista no tiene llenadero, ni albergue disponible. Todo puede pasar, puede el tiempo irse, puede venir el fin del mundo y los sectarios de entonces seguirán en lo mismo. Es decir, en el delirio. Eso vienen haciendo ahora luego de la negativa del indulto a su líder y guía. Los miembros de esa secta, que cobijó a la corrupción más grande y desalmada de este país, no entienden nada. No entienden que el perdón presidencial no es un capricho, un atributo ubicado en la región del aire, una ganga que se concede como si fuera pascua. Es una medida regida por la legalidad, amparada por la ciencia del Derecho.
En el pasado, el único que podía hacer lo que le daba la gana, era el rey y no del mambo. Pero esa figura hoy en día se ha vuelto algo decorativo y vive hasta como un legítimo zángano. De manera que estar en el poder no quiere decir que se va a andar por encima de la ley y no del embudo. El indulto no se lo dieron al ingeniero porque no cumple con los requisitos establecidos. Es, además, un preso privilegiado que puede seguir en su celda o casa u hospicio, sin mayores dramas, salvo los culebrones que de vez en cuando arman los de esa secta lamentable.
En una muestra de intolerancia los voceros de esa secta pretendieron presionar, matar sus lagartos y ponerse a llorar para que su jefe y guía fuera liberado. No fue posible porque el ingeniero no cumple con lo que dice la legalidad. Y tal vez eso sea una derrota para los tatcheristas o fanáticos defensores de un mercado libre que no existe en ninguna parte, ni en Inglaterra. Derrota porque no es un aval al método de la imposición, de la maniobra y del abuso que distinguió a los fujimoristas.