Los artículos 7° y 11° de la Constitución Política del Perú dicen en su enunciado inicial que todos tienen derecho a la protección de su salud y que el Estado garantiza el libre acceso a prestaciones de salud a través de entidades públicas, privadas o mixtas.
El Estado debe ser inclusivo, en la práctica, en esta política. Se debe garantizar que toda la población pueda acceder libremente a todos los programas, sin restricciones, a saber: planificación familiar, inmunizaciones, tratamiento de algunas enfermedades transmisibles, entre otros. El garantizar que el SIS (Seguro Integral de Salud) llegue a quienes deba llegar y que cubra lo que tiene que cubrir. Que las instituciones de salud tengan los profesionales que les correspondan, que estén equipados con tecnología de punta, que sus farmacias estén abastecidas, que sus laboratorios realicen todos los exámenes que tienen que realizar y no los hacen por falta de insumos o personal calificado para efectuarlos.
El problema es más complejo que este simple esbozo, tiene varias aristas: una de los principales es el económico lo que lleva a profesionales, técnicos y administrativos mal pagados, a la no adquisición de insumos, a no honrar pagos a proveedores. Otra es la falta de identificación de muchos trabajadores con su institución. Yo soy uno de los convencidos que con recursos económicos no abundantes se puede trabajar bien, no es lo ideal, pero es posible. Se debe llegar temprano al trabajo y dedicarse de lleno a nuestra tarea. Se debe resolver todo lo posible en nuestro turno y no dejarlo para el otro, se debe pensar que estamos dando un servicio, no haciendo un favor; entender que la tarea médica compete a todos: desde el más humilde trabajador que mantiene limpio el hospital, desde el que recepciona con calidez al paciente hasta el que brinda la atención directa al mismo.
Para exigir este derecho podemos llenar páginas y páginas y no acabar nunca. Pero el Estado tiene el derecho de exigir al ciudadano que es un deber de éste cuidar su salud y la de la comunidad. ¿Cómo? Fácilmente: desde los actos más frecuentes realizados en la casa como lavarse las manos antes y después de ir a comer o al baño, de disponer adecuadamente la basura dentro del hogar, acudiendo a las vacunaciones gratuitas para los niños, haciéndose los chequeos preventivos médicos, todo ello en nuestro entorno familiar. En lo referente a la comunidad sacando la basura en las horas que pase el basurero para que esta no se riegue por acción de los perros callejeros si la dejamos muchas horas expuestas, disponiendo adecuadamente la excreta de nuestras mascotas, permitiendo que ingresen a nuestros hogares las personas que realizan campañas de fumigación, entre otras cosas. Y, como complemento, los colegios deben exigir a sus alumnos ciertas normas de conducta tales como arrojar los papeles envolturas de caramelos en papeleras, llegar a clases con las manos limpias y mucho más.
Nos daremos cuenta que lo último es lo más fácil y, paradójicamente, lo más difícil de cumplir. Lo rutinario, como el lavado de manos por ejemplo, no lo consideramos una exigencia para nuestra salud y muchas veces no lo hacemos en casa. Se puede, y se debe exigir, que el Estado garantice que la salud, en todos sus aspectos, llegue a cada ciudadano pero para exigir con más autoridad debemos cuidar la nuestra en nuestro ámbito. Debemos tener actitudes que nos beneficien, que nuestros hijos aprendan de nuestras acciones y no de nuestras palabras que muchas veces trasladan la culpa a terceros cuando los primeros responsables de cuidar nuestra salud somos nosotros mismos.