La razón de la sin razón

El quijotesco  argumento torcido: “La razón de la sin razón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece que con razón me quejo…”  es posiblemente el mejor argumento de los revocadores peruanos en general. Es la única manera de entender, por ejemplo, lo que ocurre en Lima, donde partidarios del sospechoso Luis Castañeda quieren sacar a la alcaldesa Susana Villarán que en el primer año de su gestión invirtió el  56%, superando en toda la línea al hombre de Comunicore que en el primer año de su segundo gobierno edil invirtió  el 38%. En su primera gestión anduvo por el 42%. ¿Dónde está entonces su tantas veces pregonada, sobre todo por él mismo,  eficacia en gestión edil?

La razón de la sinrazón guía, también, a tantos revocadores de estos pagos en creciente. De acuerdo a la legislación que norma y regula   ese espinoso asunto,  nadie puede ser revocado por viajar demasiado, como ocurre con alguien que conocemos, pero no faltó un ciudadano  que puso ese argumento como condición de la vacancia del citado burgomaestre. Los argumentos traídos de los cabellos podrían entretenernos en una biografía  de Carlincaturas, cantinfladas y hasta felpudinaeadas. Pero no debemos perder el tiempo en bromas de mal gusto. Sucede que esa frase cervantina no es gratuita. Es penosa.

Detrás de las razones aparentes de los revocadores en general, de las sin razones verificables, se esconde el peruano desvelo de meter la zancadilla feroz al otro, de tumbar al que está adelante, de evitar que el rival político vuele  demasiado. Ello es penoso, lo repetimos.  Porque esas mezquindades, esas razones sin sustento, esas sinrazones torpes,  impiden el surgimiento de una verdadera oposición que presione desde el tumulto social a los que están en el poder. Así las cosas,  el descontento ciudadano queda sin liderazgo.