Para efectos de conquistar el voto, la política peruana electoral siempre se concentra en la capital. Primero porque les resulta menos costosa, existe una tercera parte de la población en Lima y sus principales operadores mediáticos y políticos de las agrupaciones viven viéndose el ombligo y siguen pensando que Lima es el Perú.
Pero lo que aún no ha llamado la atención en los medios, tampoco entre sus adversarios es la huachafada que está haciendo Pedro Pablo Kuczinsky. Ponerle el nombre a su agrupación (Peruanos por el Kambio PPK) resulta un indicador grave de lo que sucede en campaña. En Loreto ocurrió algo similar con el ex parlamentario Jorge Mera que utilizó por varios años las siglas de su apellido y un gallito (Movimiento de Esperanza Amazónica) como uno de sus mayores valores electorales.
Del mismo modo, desde la campaña anterior PPK utilizó al cuy como símbolo principal ante su déficit de oratoria y carisma. Le fue bien, pues un sector de jóvenes creyó que representaba el cambio y que era diferente por estos aspectos folclóricos que claro, existen en el Perú y seguramente también en Inglaterra. Pero en el país estos souvenir de candidatos pueden llegar a ser presidentes y estas formas se instauran como una forma ineludible para ganar.
Siempre pensé que esas características eran pueblerinas, poco estructuradas y salidas de un improntus electoral. Pero si el candidato supuestamente más técnico de los que está en el partidor electoral nacional, un economista que se jacta de analizar la realidad y de proponer las alternativas de desarrollo le pone su apellido a su grupo, quiere decir que detrás no hay otra cosa que intenciones personalistas de abordar el poder como sea.
Sus seguidores no deben tener la más mínima idea de lo que es o representa una ideología y cree que PPk es un buen vehículo para el 2016. Ambos bandos se utilizan y se está generando un riesgo y la próxima decepción nacional. Más allá de que el gringo siga siendo estadounidense y que amase su fortuna siendo lobista, su característica principal, por el amor a Dios, no puede ser un cuy y las siglas de su apellido y esperar que esto sea suficiente para cautivar a la gente.