Es un absurdo que el Congreso se haya demorado en aprobar la manera remota de gobernar para la señora Dina Boluarte. En realidad, ella dirige los torcidos destinos de la gallarda nación peruana desde una distancia infinita. Como tantos otros mandatarios de esta republiqueta no puede aminorar la distancia que lo separa de sus gobernados.

Es una triste tradición la distancia que separa a las mayorías de las gangas y prebendas del ejercicio del poder. Los mandatarios no necesitan viajar al extranjero para apelar al control remoto. Les basta encerrarse en los límites de Palacio de Gobierno o en los intereses nada santos de la casta de oportunistas que se suben al carro del poder.


Desde que por labor del azar la presidente asumió el mando en medio de disturbios y de muertos, no ha dejado de utilizar el control remoto para tratar de gobernar un país ingobernable. Desde la distancia, desde la ignorancia del país interior, ella repite el revenido manual del centralismo de siempre. El Perú es una vasta nación con un Estado reducido e incapaz.

La cacareada regionalización no ha servido de mucho y las autoridades del interior también utilizan el control remoto para disimular sus graves ineficacias. Poder y país sufren un divorcio de siglos. El control remoto de siempre es absolutamente ineficaz cuando se refiere a la distante y remota Amazonía. La centralista Lima está a años luz del territorio enmarañado y ninguna medida de provecho puede salir de ese clamoroso divorcio.

A lo largo de la historia ningún mandatario ha podido romper la distancia y el aislamiento que surge de esa manera colonial de gobernar. El atraso entonces es el único destino que espera a los selváticos que hasta ahora no han podido elaborar un plan de desarrollo autónomo lejos del control del centralismo. La opulenta y pretenciosa Lima sigue mandando en medio de desaciertos y de arbitrariedades.


Ese control remoto ni siquiera llega de visita a la vasta frontera abandonada. Esa franja de la patria que sobrevive en el abandono de siempre. De manera que es un absurdo que el Congreso haya perdido su tiempo en ponencias y debates sobre la distancia, desconociendo que el control remoto es una forma establecida, una manía reiterada, que revela la incompetencia, la falta de un proyecto de nación donde las regiones tengan un papel fundamental.

La señora Dina Boluarte es, pues, una persona lejana, distante, remota que no puede abarcar la extensión de un país vasto y múltiple. Así no salga de la casa de Pizarro seguirá gobernando este país desde su cómoda posición de control remoto.