La palabra del mudo
“Nosotros queremos hablar. Otros ya han hablado”, dijo un dirigente indígena en el evento organizado por el CAAAP y Anmesty Internacional y otras entidades, el pasado viernes sobre la consulta previa. La frase es inequívoca, inquietante. Revela, en síntesis y con rapidez, toda una historia de exclusión de los oriundos. Anónimos, invisibles, frecuentemente víctimas, esas comunidades antiguas han soportado tantas injusticias, tantos latrocinios. Ahora, aprovechando el último suspiro de la explotación petrolera, quieren hablar, necesitan ser escuchados por interlocutores válidos que no sólo anoten sus reclamos, sino que actúen en consecuencia. Que puedan decidir.
La desgracia de Bagua está cerca todavía. Y ocurrió, precisamente, porque los oriundos implicados en esa jornada no fueron escuchados a tiempo, pese que hablaron claro sobre sus reivindicaciones. Primó el agravio, la ofensa, de parte del gobierno de entonces con frases despectivas que hasta ahora perduran en las relaciones asimétricas entre el Estado y la sociedad indígena. La cuestión clave de la complicada coyuntura que se viene, es escuchar a ese ser histórico, que forma el mapa de la exclusión nacional y que pocas veces ha sido escuchado. En sus demandas, en sus reclamos, tienen toda la razón del mundo. La defensa de vidas y territorios, de bosques y ríos, de la propia cultura, es sólida y decididamente atendible.
El gobierno de la inclusión tiene una grave responsabilidad. No sólo de escuchar esas palabras, si no de evitar las viejas conductas de ciertos regímenes que jamás atendieron los reclamos de, por ejemplo, las comunidades del Pastaza que durante 40 años sufrieron los males que trae la explotación petrolera. Nadie les hizo caso. La otra cuestión que debe resolver el actual régimen es cómo evitar que los lugares de influencia de la extracción del oro negro reciban mínimas cuotas de inversión. El proceso que se viene, el de la consulta previa, será de una importancia fundamental para reparar daños, para sembrar respetos a esas minorías, para comenzar a pagar una factura social. Nada de ese episodio debe hacernos recordar al infortunio de Bagua.