Un sismo de 5.4 grados no debería ser motivo de desesperación para una zona que está acostumbrada a convivir con movimientos telúricos, sin embargo, cuando las construcciones son precarias la situación de vuelve de emergencia, más aún si la geografía en torno a las vías y los servicios se vuelven vulnerables, pero también es motivo y oportunidad para sacarle cierto provecho a la desgracia.
En el Valle del Colca sucedió este sismo el fin de semana y hasta la fecha hay cinco muertos. El caos ha reinado porque los servicios se interrumpieron y los rivales políticos de la autoridad regional provincial y local se activaron más rápido que los mismos centros de emergencia. Pero digamos que es normal en nuestra fauna política en varios niveles estos perfiles. Que existan los aprovechamientos es rutinario digamos, pero es oportuno aprovechar, cómo decíamos las desgracias.
Hay, en esta zona, la mayor recepción de turismo a nivel nacional, luego de Cuzco – Machupicchu. Y en varios pueblos ya se han puesto las pilas para atender a todo tipo de turistas de diferentes bolsillos, de tal manera que han adecuado sus viviendas para receptar al turismo y quitarle algo de la demanda a los grandes hoteles de lujo que existen por todo el valle del Colca.
En estos pueblos (Sibayo es un claro ejemplo) el sismo ha pasado desapercibido. Ha sido un remezón de los que estamos acostumbrados los que nacemos al pie de un volcán. La mayor desgracia son en pueblos como Yanque, Uchupampa, Achoma y Maca. Localidades donde las construcciones son adobe con piedra sin las características sólidas que requiere una zona altamente volcánica con fallas geológicas por varias zonas.
Ahora que esta gente reclama reconstrucción es impostergable que el Ministerio de Vivienda y los entes regionales y locales del lugar apliquen características apropiadas a la zona rural e incaica de la zona pero con bases y estructuras que les permitan vivir tranquilamente en la zona, pero los más importante, que vivan ofertando al turismo vivencial hospedaje que les genere ingresos y mejoren su condición además de darle valor a sus predios.
Que no demore décadas (cómo lo sucedido en Ica donde las construcciones se parecen o son más frágiles que las del Colca, sólo allí uno se sorprende pues en una ciudad tener ese tipo de construcción, o es signo de pobreza, o de planificación), sino sólo algunos meses y que vaya de la mano con los compromisos de la población del lugar a pagar parte de estos recursos que se requerirán. Nada es gratis, por más que un sector de población lo reclame y lo exija. En todo caso, que vaya acompañado de compromisos en educación y salud en sus familias.