Los estudiantes van ahora a clases con sus propias carpetas. Se levantan temprano, a las seis de la mañana y se ponen a fabricar sus muebles para que puedan escuchar sus clases. Esta importante innovación en el rubro educativo es una idea que surgió de la mente de Fernando Melendez, constructor de un laberinto para que la educación regional mejore a más tardar dentro de una semana. Los estudiantes de ambos sexos tienen entones que graduarse en carpintería primero para después seguir estudiando. Es muy estimulante asistir ahora a clases, puesto que los maestros llevan las pizarras y otros trabajadores transportan la misma escuela.
Dentro de pocos años, cuando el régimen del gobernador sea ruina de las edades, los estudiantes pondrán su nombre a sus promociones como un homenaje a quien sacó de la nada a la educación local. Esa educación que frecuentemente ocupaba el último lugar, que buscaba salir de la cola, de pronto comenzó a alcanzar los primeros lugares sobre todo durante los feriados, horas donde era más intensa la concentración de los escolares. Así, poco a poco, lentamente, como surgen las sombras de la luz, la educación verde alcanzó fama y difusión universal hasta convertirse en el centro de la atención de diferentes gobiernos. El país entero se volcó a conocer ese tipo de educación superior.
Estos, imbuidos de una fe superior, acicateados por la idea del futuro promisorio, destacaban con luz propia en el laberinto de las tinieblas pública. Se dice y con razón que los estudiantes de esta parte del Perú pronto harán sus propias casas antes de terminar la secundaria. Ello debido a que salen con hijos y varias mujeres para mantener. Es importante afirmar que ese tipo de educación, la educación que sale del corazón y no del cerebro, viene ganando bastante adeptos en todas partes de la tierra.