LA MAQUINA EXTRAVIADA  

El flamante motor del progreso renombrado, del desarrollo acelerado, del mañana mejor y otras verbenas, máquina fluvial inventada por el señor Hermógenes Flores, no sirve ni para taco de retrocarga,  ni para chatarra de arrabal. El aparato de marras, comprado a plazos y asegurado por garante billetudo, hasta ahora no paga ni la primera letra, pero ya no se le encuentra en ninguna parte, ni en los depósitos de los diestros reducidores. ¿Qué pasó con ese diez doce, ese peque peque, ese evinrude de varios caballos y bueyes de fuerza, que prometía impulsar las naves hacia la otra banda, el porvenir? ¿Cómo desapareció de circulación cuando ni siquiera impulsó  una triste canoa ovada o una chalupa que echaba agua por todas partes. ¿Qué hará ahora el alcalde belenino para buscar la reelección?

No puede decir otra mentira sobre nuevos motores en marcha, con rumbo a las alturas. Ni inventar que tiene un bote gratis que transportará las ilusiones de todo un distrito. Lo primero que debe hacer es devolver el billete de los trabajadores que descontaba para pagar a AFPs y a entidades financieras. ¿Cómo fue, cuánto fue? Luego, sin perder un segundo porque los plazos para las elecciones se acortan, tiene que visitar Venecia. Allí, desde hace siglos, le esperan los moradores para que cumpla la promesa de arreglar, empistar, esa calle fundamental para toda la ciudad.

El famoso motor del progreso se hizo humo antes de tiempo, antes de todo. Nadie puede decir ahora que conoció de cerca sus rugidos, su potencia navegante. Fue un invento mañoso, una evidencia de la demagogia a la que nos tienen acostumbrados los políticos de estos gramalotales. Le recomendamos, y gratis, a don Hermógenes Flores que no compre un generador de segunda mano, un motor de refrigeradora. Tampoco debe ponerse a rugir como varios motores fuera de borda, de centro, de proa, para tratar de ganar adeptos.