– No es patería, es la verdad
ESCRIBE: Héctor Tintaya Feria
Desde hace casi un mes que vengo llorando permanentemente. Pero es un llanto medio raro porque sólo se produce por el ojo derecho. Desde que salí de Iquitos ese ojo no ha cesado de lagrimear. A veces lo hacía más profusamente, a veces en menor cantidad. No producía legañas ni me impedía la visión, sólo lagrimeaba cada vez que me concentraba en algo. Muchas veces amigos y conocidos que me miraban después de largos meses o años me preguntaban si así de triste me había quedado luego de haber retornado de la ciudad tropical, pero mi respuesta siempre era la misma. “Es conjuntivitis”, con lo que terminaban la conversación inmediatamente y peor aún, si tenían hijos de por medio, veía cómo secretamente los iban separando de mi lado. Eso era extraño y vergonzoso pero también cómodo porque si no quería la conversación con alguien o simplemente quería estar solo, decía fuerte que tenía conjuntivitis y al toque se corrían como si se tratase de un leproso. Por mí feliz, pero no era conjuntivitis.
Mi amigo médico al verme me recetó unas gotas que calmaron el lagrimeo por ratos, seguí trabajando porque me decía que no era para tanto, que sólo era una inflamación y que se me tendría que pasar rápido. Sin embargo, durante las mañanas sobre todo, se hacía más evidente el malestar porque llegaba a tal punto que no podía abrir el ojo derecho por un buen rato. Algo raro estaba pasando así es que tuve que acudir donde casi nadie quiere ir: EsSalud.
Casi no he “gastado” mi record de visitas mensuales que debe tener un paciente en EsSalud para que se sienta servido con la solidaridad en la que se basa este servicio nacional. Es más, se diría que este record a casi diez años de aportación apenas habrá alcanzado el 1% y no es precisamente porque no me enferme sino porque llevado de la mala imagen en la que han enfrascado a esta entidad a veces pagar un poquito más en la ingente demanda de servicios médicos comerciales que hay parece que a uno lo termina convenciendo que, efectivamente, EsSalud no tiene mayores resultados e impacto.
Acudí por las famosas citas por teléfono que, a diferencia de lo que se habla, a mí me funcionó a la perfección porque me pudieron dar cita para el día siguiente, sin embargo lo pedí para el sub siguiente por cuestiones de un corto viaje laboral e incluso me hicieron escoger el horario. Acudí un poco tarde a la cita pero no se enojaron conmigo y el médico de apellido Palacios que me atendió debió haber tenido una clase de pedagogía pues antes de mí atendía a un menor de 7 años a quien le hacía entender -a él y a su madre- que su problema no era visual sino neurológico y que no requería de lentes. Cuando me vio inmediatamente supo de que ojo estaba mal, me echó las gotas, me preguntó cuál era mi labor y de paso comentamos sobre la muerte de la modelo en moto de hace unas semanas en Iquitos. “Para manejar se requiere bastante concentración, sobre todo en moto, esa concentración puede haber dañado su cornea”, me dijo mientras dibujaba un enrome ojo sobre una pizarra acrílica que presumo él personalmente habría comprado para explicar con lujo de detalles los males del ojo.
“Este es su ojo”, me dijo sobre el retrato enorme y oscuro en su pizarra e hizo unos puntitos en la parte baja de la cornea. “Así está su cornea y si no tapamos el ojo, entonces esto se pondrá así”, reiteró sobre los puntos que ahora ensanchaba a tal punto de convertir en un negro total el ojo. “Pero eso tiene solución, seguro está mucho tiempo en la computadora, este es un mal contemporáneo, aunque no lo crea. La gente no parpadea cuando está frente a la máquina por eso la cornea no se lubrica y de ahí el daño, más el estrés, la concentración y el exceso de trabajo”, decía mientras me hacía sentir importante y de paso me entregaba las indicaciones.
Me recetó tres tipos de gotas, una para después de que me quitara el parche, otras para las posibles bacterias y un gel para fortalecer la cornea. “Doctor, tengo que ir a hacer cola”, le pregunté. “No, sólo vaya a farmacia que ahí lo llamarán”. Efectivamente me llamaron casi al toque, me entregaron dos de los tres tipos de gotas y me indicaron amablemente que vuelva el lunes por la otra porque acababa de agotarse. Volví al consultorio para agradecer al médico y me dijo que regresara dentro de tres semanas ya sin hacer cita, sólo con una contraseña que me entregó.”Ahhh, lo único malo de usted ahora es que después de muerto ya no puede donar sus corneas”, me dijo mientras pensaba que después de muerto a mí ya no me interesaría ninguna parte de mi cuerpo.
Mientras salía pensaba en la cantidad de informaciones que desprestigian al Seguro Social, de las muertes agrandadas por los medios y la responsabilidad ignorante aún de muchos periodistas -en el que me incluyo- de hacer quedar mal a un sistema -imperfecto, es cierto– pero de gran apoyo para un sector. Miré bien el letrero de recibimiento para ver si efectivamente se trataba de EsSalud y comprobé que sí, que sí era el mismo. Sigo con el parche y si después de 48 horas me sano, entonces no hablaré mal de EsSalud sin antes saber exactamente porqué lo hago. Me fui al trabajo y al verme el enorme parche todos me preguntaron ¿y cuantos días de permiso pediste?, les dije que ninguno, que con un ojo puedo hacer lo que deba hacer. Ahí vinieron las réplicas, todas indicando sus experiencias de cómo se habían ido a descansar una semana o dos o tres luego de algo menor. “Eres un cojudo”, me dijo una colega, mientras yo pensaba que ella debe ser una de las primeras personas que habla mal de EsSalud.