Por: Moisés Panduro Coral
Acción Democrática (AD) es un partido politico venezolano fundado en 1941 por Rómulo Betancourt. Es un partido hermano del Partido Aprista (PAP), cuyos militantes son conocidos como “adecos”, nutrido ideológicamente del aprismo doctrinario, con la misma visión de la realidad nacional y latinoamericana, con el mismo himno, la misma conformación de frente único de clases, la misma denominación alternativa de Partido del Pueblo, y los mismos avatares de su par peruano.
No ha conocido lo que es un triunfo electoral propio desde 1988 en que Carlos Andrés Pérez fue elegido por segunda vez como mandatario de Venezuela. En 1993, su candidato presidencial Claudio Fermín, obtuvo sólo el 24% frente al 31% de Rafael Caldera del partido adversario COPEI que ganó las elecciones venezolanas en dicho año. Las acusaciones de corrupción y los desaciertos económicos en la conducción económica del país fueron el detonante para la pérdida de credibilidad ante la ciudadanía, situación que sumada al discurso antipartido que recorrió Indoamérica durante la década de los noventa, terminó por arrinconarla en el escenario político.
En ese escenario políticamente deteriorado y asfixiante surge Hugo Chávez como el mesías del pueblo venezolano. De lo que fue la dictadura chavista y de sus sucesores, nos eximimos de hacer referencias pues es conocido que en Venezuela la cura resultó más cara que la enfermedad. Hoy, es una economía con la inflación más alta del mundo, engullida por una recesión que amenaza paralizar la producción y con una escasez de bienes que es el caldo de cultivo de decenas de conflictos sociales que ha llevado a vaticinar a los dirigentes políticos opositores que será muy difícil que el señor Maduro termine su mandato de seis años.
Ha sido precisamente Henry Ramos, el secretario general de Acción Democrática y actual Presidente de la Asamblea Nacional (Congreso), quien ha hecho este vaticinio. ¿Cómo es que un dirigente adeco está encumbrado en tan alto encargo después de que su Partido pasara por un ostracismo que duró 25 años en el que se redujo a su mínima expresión? Todo tiene que ver con la perseverancia y la lealtad a una causa; con la autocrítica y la mutuocrítica interna, el sincero reconocimiento de errores y la corrección metódica de ellos dentro de una organización política, con la renovación de cuadros -no por edad sino por actitud- combinada con la experiencia y la sapiencia de los “viejos” limpios e inclaudicables, con la modernización de las propuestas sin perder los principios ni los valores prístinos y sin olvidar las lecciones del pasado, con el pertinaz relacionamiento social que hoy se construyen de variadas formas.
Cuando converso con mis compañeros adecos noto que aún no están satisfechos. Han sido pieza fundamental de una convergencia democrática que ha pasado mil vicisitudes para construir una victoria convincente como la obtenida por la oposición venezolana el 6 de diciembre pasado, pero falta todavía un largo camino para reenrumbar a Venezuela por la senda de la democracia y la justicia social. Tienen 25 diputados en la Asamblea Nacional y una activa presencia regional y municipal, pero deben seguir soldando algunas fracturas internas y deficiencias en su enhebramiento con el tejido social. El chavismo que intentó enterrarlos está a punto de degradarse totalmente, pero perdurará un tiempo más, como aquí ocurre con el fujimorismo, y hay que prepararse para derrotarle a largo plazo.
Recuperar electoralmente el aprismo, es, sin duda, una gran tarea, afirmadora de nuestros principios, creativa en propuestas, renovadora de actitudes, libre de personalismos, de egoísmos y de deshonestidades. La historia reciente de Acción Democrática nos señala algunas pautas.