Escribe: José Rodríguez Siguas

*“La jangada” (1881), como toda novela de aventuras, es una invitación al disfrute. Tierra Nueva va a publicar una nueva edición crítica, donde se explican algunos aspectos que puedan ser considerados controversiales. Estamos avisados.

Una novela que siempre ha rondado por el imaginario amazónico es “La jangada” de Julio Verne, que curiosamente no es la primera del autor que se ubica en el Perú ni la Amazonía continental (“Martín Paz”, 1852, para el primer caso, y “El Chancellor”, para el segundo), que ha tenido infinidad de comentarios sobre su origen, su veracidad, su importancia y su pertinencia: novela extranjera, al fin y al cabo.

El gran problema que conlleva esto, sin embargo, está en que se habla más del libro de lo que le ha leído. Hasta escritores de cierta reputación han caído en el facilismo de señalar que Verne ha escrito “La jangada” de oídas en sobremesas, hasta se ha vuelo leyenda que el empresario loretano Otoniel Vela le contó la historia, algo que no es verdad. Verne fue un gran lector y un gran investigador, muchos de los “errores” que se pueden encontrar son frutos de la época (por ejemplo, el nacimiento del Amazonas) y en otros casos, con la libertad que da la licencia poética ha trastocado algunos elementos que sirven al momento de la construcción de la historia.

La novela se ubica temporalmente en 1852, cuando Brasil buscaba construirse como nación, por eso en la novela hay fuerte presencia de portugueses, así como está estrechamente ligada a fronteras con las colonias francesas y castellanas. Como decíamos la historia se inicia en Brasil, donde Juan Dacosta es acusado de un gran robo y el asesinato de los custodios. Ya en Iquitos Dacosta adopta el nombre de Juan Garral.

Juan Garral es recibido amablemente en Iquitos por el hacendado Magallanes y pasado el tiempo, como Garral se portó muy bien y la hacienda estaba siendo muy productiva, decide dar en matrimonio a su hija Yaquita. Tienen dos hijos Benito y Minha. El primero va a estudiar en Belém, conoce a su amigo Manuel Valdez. En uno de los retornos a Iquitos, los jóvenes se topan con Torres, de manera casual, al parecer, pero no es así, pues Torres tiene en mente un macabro plan, chantajear a Juan Garral, pues el verdadero asesino le dejó una nota de arrepentimiento a Torres, en donde decía que Juan Garral es inocente. Pero esta nota acarrea un problema, es un criptograma.

Llegado el momento Minha y Manuel deciden casarse, y deciden hacerlo en Belém. Esto pone en aprietos a Juan Garral, que sabe muy bien lo que le espera. A pesar de que sabe lo que le va a ocurrir decide regresar a su país, Brasil, pensando que un juez amigo hará que su caso se solucione, pero no, este muere y a quien encuentra es al juez Jarríquez.

La novela, que narra un viaje, muy común para la época, en este caso por agua, específicamente por el río Amazonas, desde Iquitos a Belém, se realiza en una inmensa balsa (todo era posible en la gran imaginación de Verne), y en el camino se vuelven a encontrar a Torres, en esta oportunidad su plan parecía cumplirse, se confronta con Juan Garral, pero no solo quería dinero, también quería que de la transacción forme parte Minha, la hija de Garral, lo que conlleva a que no se llegue a ningún fin, pues era imposible que Juan Garral entregue a su hija. De ahí que, en Manaos, comience el calvario para toda la familia. Identificado como Juan Dacosta, este tiene que salvar no solo su pellejo sino su honor, y para eso, después de la muerte de Torres, a manos de Benito, el imposible desciframiento de la carta (la novela también puede verse como un policial, es más, en un momento el juez Jarríquez usa el método de Poe en su cuento “El escarabajo de oro”, para descifrar el mensaje). Pero gracias a la inventiva de Fragoso, otro de los personajes, que da con el nombre del verdadero asesino, el juez Jarríquez descifra el mensaje, y por lo tanto la libertad de Juan Dacosta. Finalmente llegan a Belém, y su posterior regreso a Iquitos.

Ahora, algo que llama la atención es que Verne no hará de la selva el típico infierno verde (salvo el ataque de caimanes a la balsa, que introduce de manera acertada), pero no deja de mostrar su riqueza de flora y fauna, así como las leyendas propias de la selva, pero desde una visión del Brasil, es más, por momentos pareciera que Iquitos fuera parte del país brasilero, sino fuera por este diálogo entre el juez y Juan Dacosta (la cita en el idioma original):
–Vous demeuriez?…
–Au Pérou, au village d’Iquitos.

En su estudio (https://doi.org/10.52980/revistaamazonaperuana.vi27.88) sobre la novela de Verne, Enrique Ayamo Zevallos desarrolla algunos puntos presentes en la “La jangada”, entre ellas el de la porosidad en la frontera, esto es, la libertad que se tenía para cruzar la frontera sin problema alguno. También hay que tomar en cuenta, que Verne adaptó y adoptó algunos elementos a su libre disponibilidad, así lo han señalados algunos críticos al analizar su novela.

“La jangada”, como toda novela de aventuras, es una invitación al disfrute. Tierra Nueva va a publicar una nueva edición crítica, donde se explican algunos aspectos que puedan ser considerados controversiales. Estamos avisados.