Javier Vásquez

Llamada también disfunción eréctil es aquella imposibilidad intermitente o constante de mantener una erección. Al tener una erección que no logre satisfacer sexualmente a la pareja, no  lograr el coito de forma habitual, o cuando se tiene erecciones muy cortas, indiscutiblemente es el caso de disfunción eréctil.

Al no darse una  relación sexual normal puede influir en la fertilidad, y se asocian frecuentemente la falta de deseo sexual y probablemente la ausencia de orgasmos. Esta incapacidad es más frecuente de lo que se piensa, las estadísticas señalan que los hombres entre los 40 a los 70 años son los más propensos a sufrirla.

Las causas son muchas y entre ellas se encuentran:

Enfermedades crónicas: hipertensión arterial, diabetes, enfermedades cardiovasculares, aumento del colesterol, insuficiencia hepática y renal, depresión y trastornos psicóticos.

Cirugía y traumatismos: intervenciones quirúrgicas del área pélvica como las del cáncer de próstata, vejiga o recto. Entre los traumatismos están los que lesionan la columna vertebral, traumatismos craneales y fractura de pelvis.

Fármacos y otros factores: algunos medicamentos hipotensores, el exceso de colesterol en la sangre, la depresión, el insomnio, la úlcera de estómago, fármacos para el tratamiento del cáncer o la radioterapia.

Factores psicológicos: Se estima que de un 20% a un 30% de las disfunciones eréctiles tienen un origen psicológico: una educación moral o religiosa restrictiva, una información sexual inadecuada, experiencias sexuales traumáticas o relaciones deterioradas entre los padres. Otras situaciones  condicionan su aparición a corto plazo: disfunción eréctil previa, problemas en la relación de pareja, fallos esporádicos de erección o infidelidad

Diabetes: es una complicación más de la enfermedad. Hasta un 35-75% de los diabéticos pueden llegar a padecer este problema en algún momento de la enfermedad.

Hipertensión: Hasta un 25-30% de los varones que padecen hipertensión, manifiestan trastornos en la respuesta sexual, siendo el problema más frecuente la disfunción eréctil.

Problemas de corazón: Entre un 38-78% de los varones afectados por infarto de miocardio presenta problemas de erección, la aterosclerosis produce dificultad en la llegada de sangre al pene.

Trastorno hormonal: descenso de los niveles de testosterona en sangre, que habitualmente se acompaña de una reducción del deseo sexual. Un exceso de otras hormonas como la prolactina, el cortisol o las hormonas tiroidea, puede provocar también el descenso de hormonas sexuales masculinas.

Lesión medular: depende de la gravedad y localización de la misma. Aunque el 75% de los varones con lesión medular puede experimentar erecciones, éstas sólo permiten mantener relaciones sexuales satisfactorias en el 25% de los casos.

Cirugía prostática: Se calcula que entre un 24% y un 68% de los varones sometidos a prostectomía radical desarrolla disfunción eréctil.

Depresión: puede anular la capacidad de la persona para disfrutar de los placeres de la vida. No sólo afecta a su mente, también a su cuerpo. Los estudios demuestran que la probabilidad de que se produzca algún grado de disfunción eréctil en el hombre deprimido, oscila entre el 60% y el 90%,

Tabaco y alcohol: Se ha observado un aumento en el número de casos de disfunción eréctil entre la población fumadora. Por su acción directa sobre los vasos sanguíneos y por facilitar el desarrollo de aterosclerosis, reduce el flujo sanguíneo en el pene, dificultando así el proceso de la erección. Tanto el consumo crónico, como la ingesta aguda ocasional de alcohol, pueden producir trastornos en los mecanismos de la erección. El consumo crónico tiene efectos nocivos sobre el hígado, los testículos y la transmisión del impulso nervioso.

Trastornos emocionales: La ansiedad, el estrés, el exceso de trabajo o preocupaciones hacen que los niveles de ciertas sustancias químicas como la adrenalina, no sean los adecuados para que suceda la vasodilatación de las arterias que irrigan el pene.

Hay una causa común en nuestra sociedad actual que es la “inactividad sexual”. Sin que exista ningún trastorno orgánico ni psicógeno, el individuo, por razones diversas, va distanciando progresivamente su actividad sexual, lo que va a afectar a las distintas fases de la respuesta sexual: deseo, excitación, orgasmo y satisfacción, causando frecuentemente anorgasmia femenina o impotencia masculina.