En las fotos que observo mí mirada no se dirigen al protagonista como quiere, arbitrariamente, el fotógrafo. Le hago puñetas. Mi mirada se dirige a los o las figurantes del momento. Son esos personajes que acompañan al protagonista pero en un bajo perfil, casi de lado, como quien no quiere salir en la foto. Porque me parece que retratan mejor el momento. El flash los coge desprevenidos y no ocultan sus emociones. No es algo impostado, por lo general. Por ejemplo, hace poco Cristiano Ronaldo metió un gol contra el Liverpool y en la foto sale corriendo celebrando su gol, pero lo interesante de la foto son los espectadores, lo miran con impotencia, resignados, diciendo, mierda, nos metieron un gol. Sí esa foto hubiera sido en un campo español, claro, los espectadores tuvieran otra actitud. El mismo jugador celebrando en un campo rival, los espectadores salen haciendo toda clase de gestos con las manos, peinetas, corte de mangas y un largo repertorio de mohines, amén de los insultos, que Natalia Málaga sale como una niña de pecho. Aquí en los campos de fútbol españoles una vez echaron una cabeza de cerdo a un jugador cuando iba a tirar un corner o cuando van a tirar un tiro libre le señalan en la cara rayos láser. En Perú en un clásico Alianza Lima – Universitario de Deportes la disputa de dos hinchas fue la muerte trágica de uno de ellos. Ni se diga en Argentina donde el fútbol es fanatismo y religión (van de la mano porque hasta el Papa es hincha de fútbol). Recientemente en un partido entre Serbia y Albania terminó en una descomunal gresca provocado por un drone que portaba una bandera. ¿Por qué diferentes miradas para ver el fútbol? Para muchos, muchísimos, el juego es la realidad, no un juego.  

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