La guerra del agua

El que inicia en la tierra la guerra del agua es un sujeto tan desconocido y tan ignorado que parece una ficción. Urlama, rey de Lagash, desvió las aguas hacia canales cercanos, secó las acequias y privó de agua a los moradores de Umma. El hecho fluvial ocurrió 2,500 antes de Cristo y su grito de sed en la cruz. Ignorados y desconocidos,  los actores de ese conflicto nos dicen mucho. Que en ese entonces esa guerra fue parcial, concentrada en un lugar específico. Siglos después, el asunto hídrico  es bastante bravo y la guerra se ha extendido de una manera silenciosa. No aparente, pero brutal. No es el momento de hacer el censo de esos litigios, sin embargo.

Importa imaginar que la Marcha del Agua que se inicia este primero de febrero es más que una simple reivindicación focalizada, más que una protesta que solo afecta a algunos lugares. O a algunas personas. El problema del agua es más complicado de lo que parece.  La guerra ya está aquí y desborda los conflictos de la minería o de la explotación petrolera.  No se conoce todavía con exactitud cuántas víctimas aparecen cuando muere un lago o un río. Tampoco se sabe cómo afecta la salud y la vida un pésimo servicio potable como el que tiene la acuática Iquitos.

Al borde de esta ciudad, el arruinado lago Morona es la evidencia de una derrota. En la agenda de reivindicación del agua no cuenta ese lugar. Y eso nos parece mal. Nos parece bien que los oriundos defiendan las cuencas de varios ríos, dejen oír  su protesta contra los daños y perjuicios de la explotación de los recursos. Pero todo ello no debería hacer olvidar que dentro de poco, se haga lo que se haga, dos mil millones de personas sufrirán las consecuencias de la falta de agua. Esa cantidad asombrosa será una plaga, una epidemia. En esas condiciones, la simple existencia será un verdadero peligro. O algo improbable.

1 COMENTARIO

  1. La extracción de recursos naturales en Latinoamérica es una actividad en auge y foco de numerosos conflictos. Ante el poder económico de las transnacionales y la complicidad de los gobiernos locales, la población campesina y los pueblos indígenas son quienes más sufren las consecuencias de las empresas mineras, petroleras, madereras, hidroeléctricas. Guatemala y Ecuador son dos de los países afectados por esta situación. Pero a su vez, son foco de resistencia cada vez más organizada y fuertemente encabezada por los pueblos indígenas frente la explotación a gran escala de los recursos naturales. En nuestro pais la cosa no es diferente. Cada vez mas vamos tomando conciencia de lo importante y vital, de lo urgente que significa defender y conservar el agua. Cajamarca se levanta hoy, se le unen otros departamentos de la sierra contra lo que significa destruccion del medio ambiente y de la vida. No solamente poblaciones indigenas, tambien la poblacion civil sabe de las letales consecuencia a futuro de lo que dejan las actividades extractivas. Solo algunos angurrientos por el sucio dinero, llaman a todo esto «progreso». Humala tendrá que pensarlo dos veces, antes de meter a las fuerzas represivas en la gran marcha por el agua que se inicia mañana. Humala debe entender y respetar la decision de los pueblos.
    CONGA NO VA!!

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