La insólita guerra de la madera

En los anales de la enjundiosa y fecunda  historia amazónica hay unos increíbles golpes de Estado. Nada tienen que ver con mazorqueros y sus tanques, con generales ambiciosos y sus tropas acantonadas, sino con simples y modestos alcaldes. Estos se la tenían juradas contra los prefectos y se alzaban en armas como si nada. Como jugando. Esos lances son dignos de la escritura pero en su momento eran parodias bélicas y significaran evidentes retrasos y pérdidas,  porque el golpeado tenía que dejar  su cargo y salir a combatir al insolente golpista. La cosa era a muerte. La guerra entre nosotros mismos vuelve de vez en cuando. En el presente, Loreto y Ucayali parecen listos a sacarse la mugre.

El espinoso asunto puede tener el nombre de guerra de la madera. Una guerra absurda, puesto que algunos empresarios ucayalinos quieren seguir siendo simples macheteros, meros exportadores de trozas o  troncos. O tableros.  No quieren alcanzar el esfuerzo del valor agregado. Y se rebelan contra Loreto con amenazas y actos que evitan la cuestión de fondo: la madera nuestra de cada día. La cosa ha derivado hacia los puertos o los recursos que nada tienen que ver con el asunto central.

Las rivalidades entre provincianas nos acompañan siempre. Generaron separaciones y rupturas que no trajeron nada bueno. Ahora el importante tema de la madera no debe cegar a los unos y los otros. Los empresarios ucayalinos,  que ponen el grito en el cielo ante las ordenanzas regionales emitidas por el Gobierno de Loreto,  parecen esos alcaldes golpistas que querían acabar con todos los prefectos. Porque se les ocurría. Porque no querían perder algo del pequeño poder. Una inmadurez completa. Dichos empresarios bulliciosos  tienen que ponerse la mano al pecho y contemplar el rotundo fracaso de la explotación maderera indiscriminada. La troza, la tabla,  no rinden en términos globales y colectivos. Depredan el frágil bosque.