El gobierno de la gran desilusión como han bautizado al gobierno del comandante Humala pasa por su peor momento, se percibe a un presidente inmerso en la inercia y la necedad y dando palos de ciego. Este gobierno ha sido una suma de desaciertos que se han convertido en un alud incontenible de indignación que genera rechazo en la población. Por ejemplo, desde el principio la hoja de ruta que le señaló el Nobel peruano de Literatura, fue una atadura sin sentido, eso obedecía a una ortodoxia en el que está sumergido el Nobel de Literatura que le importa poco la desigualdad social. Fue haciendo tantas concesiones que terminó enredado en ellas, dice mucho de sus pocas ideas originales a la hora de gobernar, el centralismo ha seguido creciendo hacia lo peor. A todo esto, las críticas a su gestión de parte de García Pérez, de Keiko Fujimori o Alejandro Toledo están desacreditadas desde ya por el serio pasivo que representan a la política estos personajes. Lamentablemente, en Perú, y también en otros países, el ámbito de ser la mujer (o marido) del presidente (ta) no está delimitado -aquí en España quien se aprovechaba de esa zona gris fue la mujer del expresidente Aznar con el disgusto mayoritario de la población, por lo general, las mujeres de los presidentes en la península no tienen un perfil público. Este fue un craso error en el caso del excesivo (y perverso) protagonismo de la mujer del presidente, en lugar de fortalecerlo lo ha debilitado (más en una población de machos alfas). El runrún es que la mujer del presidente cambiaba ministros a su capricho. En el caso de Humala y sus seguidores (incluye al Diputado Isla que cuando las papas queman suele callarse hasta hacerse invisible, gran don o desgracia de este bípedo de la floresta) en horas bajas este tramo final de su mandato se les está haciendo muy difícil, están pidiendo a gritos tiempo para que termine el partido, cada día es un engorro para ellos. La corrupción, gastos suntuarios de la mujer, la falta de un proyecto sobre el país, un partido debilitado y con deserciones hace que la sensación de desilusión sea mayor. La ilusión del principio está llegando a unos niveles de desengaño en este tramo final de la carrera por sus decisiones cada vez más desacertadas.