Cuando el señor Roger Grandes pretendía ingresar clandestinamente en territorio brasileño, fue detenido por la policía de frontera. Era el momento en que se pudo capturar a una persona que no podía renunciar a su candidatura. Como fuera, aun en contra de su voluntad, tenía que continuar en la campaña electoral hasta las últimas consecuencias. Así lo dispuso el organismo del voto y del ánfora. Y el citado, pese a que no tenía ningún interés en seguir en su carrera hacia el Congreso, tuvo que quedarse con la renuncia en la mano. No pudo hacerse el desatendido y guardarse en su casa como fue su legítimo deseo, sino que tenía que seguir con sus caminatas, sus visitas a distintos lugares y de vez en cuando hacer un mitin relámpago. Es decir, tenía que seguir en la contienda de las urnas electorales.
Cansado de no poder renunciar y dedicarse a sus asuntos, el señor Roger Grandes decidió darse a la fuga, escapar entre gallos y medianoche. Así fue como, disfrazado de cirquero, se embarcó en una nave que le iba llevando hacia su nuevo destino cuando fue detenido. La orden de captura partió del Jurado Electoral de Elecciones que no podía aceptar que desapareciera misteriosamente. En Iquitos Roger Grandes fue obligado a firmar un compromiso para no volver a escaparse y para dedicarse a la conquista de votos. Como ya no tenía fuerzas para seguir en una contienda que no le interesaba, fue obligado a postular a la fuerza gracias a custodios del orden que le azuzaban para que siguiera en campaña.
El día central de las elecciones el señor Roger Grandes no asistió a votar. Había desaparecido de la ciudad. Su rechazo al acto electoral era tan intenso que prefirió escaparse antes que emitir su voto. Nunca más se volvió a saber de él en la ciudad donde un día no pudo renunciar a su candidatura.