Esta es una frase popular que simboliza el espíritu del emprendedor peruano. Tal vez el único soporte en las últimas décadas que tuvieron las diferentes selecciones de futbol en las eliminatorias era el apoyo popular. Una fe ciega, a veces terca, incomprensible para los sabiondos del futbol que jamás apoyaron certeramente al equipo. Lo más fácil era criticar. Desde las tácticas y estrategias, hasta la vida personal y familiar de los futbolistas. Una crítica sin control ni piedad que sin embargo no amilanó la fe de la gente.
La fe que lucha, así como dice el cintillo en el parachoque de la combi, el tapasol en el parabrisa del motocarro, la cinta roída en la ventana de la bodeguita, la letra de la canción huachafa y hasta el eslogan de la iglesia en garaje. Una fe terca que ahora se empecina en pensar que hoy Perú le gana a Francia. “Hemos estado acostumbrados a situaciones límites” ha declarado Ricardo Gareca y tiene toda la razón.
Y no sólo se refiere a los últimos acontecimientos de las eliminatorias, las circunstancias de Paolo Guerrero o de esa terquedad de los periodistas deportivos de traerse abajo el futbol, los mismos que ahora narran las victorias. Creo que se refiere al reflejo que entrega la sociedad peruana de Tumbes a Tacna. Si todo es límite en el Perú, y de esto hemos salido airosos, porque no pensar que le podemos ganar al equipo de Pogba, Mbappe, Olivier Giroud, Deembele entre otras estrellas del firmamento mundial del balompié. Sólo se entiende que ganaremos apelando a la fe que lucha.
Y la fe no tiene significado cognitivo ni predecible. La fe es una representación ideal del deseo, un valor que a veces se piensa que es religiosa, pero que en realidad corresponde al espíritu invencible de un pueblo, de esos sectores C, D y E de donde provienen estos chicos que se han convertido ahora en estrellas. Flores, Tapia, Cueva, Guerrero, Trauco y compañía que cargan sobre sus espaldas la responsabilidad de cruzar el límite de la historia y pasar al Olimpo de la fama si hoy ganan en Ekaterimburgo.
Aquí no cabe una explicación técnica porque no la hay. Que se juegue de una manera u de otra, que se adelanten filas o que se atrasen tales, o que se juegue en línea o a presión, en realidad en el Mundial casi todo pasa por las ganas y la fe. Las ansias de honor en un deporte que nos abstrae y nos hace olvidar lo terrible que puede ser vivir en una sociedad con políticos corruptos que le aplauden a los mismos chicos que un vecino cualquiera también lo hace. El primero porque sabe que de ese marasmo y nebulosa que envuelve el futbol depende su supervivencia y el segundo porque es lo único que lo acerca a la felicidad.
Así que la fe que lucha, va estar presente en Rusia y no sólo en los 40 mil peruanos que viajaron de todos lados para sentir un ratito a su país, la fe que lucha va estrujar las manos de todos los 30 millones para esperar que un resultado positivo nos pueda devolver las ganas de creer en lo más importante de lo menos importante: el futbol.