ESCRIBE:Percy Vílchez

En la costumbre parrandera y vacilonante de los amazónicos nunca falta la salsa y el ritmo, la cumbiamba y el joropo con su desbordante licor celebratorio. Es tanto el ímpetu festejante que hasta las preclaras y dignas autoridades tienen un presupuesto para despilfarrarlo en feriados y fechas de ciertos aniversarios. En medio del éxtasis no han faltado personajes que se han aprovechado de la situación haciendo oscuros negocios con orquestas afines. Hace poco un alcalde local hizo tantos eventos contratando los servicios de una orquesta que dirigía su propia mujer. La fiesta siguió de largo sin que nadie dijera o hiciera algo para frenar ese saqueo de las arcas locales. Hoy la parranda sigue con su abuso y su negociado.


En un lugar de la Amazonía hay un sitio nombrado Contamana que tiene su sabor y su salero, sus pistas de vacilón y de chupandanga, como no podría ser de otra manera. En el rubro del bailongo ruidoso destaca la novedosa orquesta “La furia”. Es tanto su ímpetu que dicho colectivo se ha apoderado del afiebrado imaginario bailante de los contamaninos. Es ya una costumbre semanal que dicha orquesta toque y cante en cualquier evento. No está mal que estalle el festejo con todos sus excesos. Después de todo la vida también es diversión. Lo malo del asunto divertido es que el dueño de “La furia” es un alto funcionario regional. Y en el colmo de la trafa hace contrato con la casa consistorial contamanina a cada rato y con otras entidades estatales que gustan de la parranda.


En efecto, el señor Gerlín Gonzáles, que no es músico ni toca ningún pito en la referida orquesta, es el dueño enconado de “La furia”. Es el actual administrador de la Sub región Ucayali Contamana y no se sabe cuánto dinero ha mamado de las entidades estatales alquilando los sones y arpegios de su orquesta de marras. No sabemos cuánto cobra el susodicho por cada tanda de cumbias, vallenatos y otros ritmos, pero consideramos que no puede seguir quedando impune el saqueo que hace “La furia”. Lo peor de todo es que el periodismo afincado en dicha urbe de las célebres palmeras no dicen ni pío ante los estragos que hace con las facturas oficiales el citado alto funcionario. La diversión no puede seguir en esas condiciones. No solo se debería cortar la marmaja que embolsa dicha orquesta sospechosa, sino también legislar para que las autoridades dejen de auspiciar bailongos.


Es un verdadero despilfarro que semanalmente municipios y otros organismos estatales gasten sus partidas en fomentar festejos colectivos con todo pagado. Es una fortuna que se va al tacho gracias al amor por mover el esqueleto, menear el cuerpo y darle sosiego al gaznate. Nadie ha encontrado el progreso dedicándose a gastar en vacilones, a pagar joropos concurridos. El trabajo es la verdadera senda hacia el desarrollo. Si seguimos así, gastando inútilmente en vacilones, corremos el riesgo cierto de acabar bailando entre ruinas, festejando velorios y chupando al borde del abismo.


En lo que se refiere al citado funcionario contamanino sería conveniente realizar una auditoría para verificar la cantidad de dinero despilfarrado en pagar las funciones de su vacilonera orquesta. Es hora de tomar al cornudo toro por las astas y enderezar ese absurdo entuerto de no hacer nada ante el abuso de unos cuantos vivos y avivatos. Si la gente quiere vacilarse, quiere pasarla bien, que no acuda alegremente a vaciar las arcas públicas, que se olvide del alcalde jaranero, del funcionario chupador, de la ruidosa orquesta gratis. Y que pague el precio de su diversión semanal.