Por Marco Antonio Panduro
El encabezado de esta columna es una frase tomada de EL DINERO Y LA ESCRITURA de la mexicana Olivia Teroba, breve ensayo que pone los puntos sobre las íes a la faceta no visible de un(a) escritor (a), desde las preocupaciones más pedestres como pagar la luz, el agua, el celular, comprar los alimentos, cumplir con las cuentas, ver cómo su salud se va quebrantando –escribir requiere de gran esfuerzo mental y emocional–, por un lado; y por otro, el espacio físico y atmosférico para poder teclear sobre la máquina, y el tan necesario tiempo libre.
Como han reseñado, es «un mapa anímico y profesional del escritor profesional» y, si queremos ir más lejos, abarcante también en la vida del artista en general, porque el oficio de escritor, y de ser artista en el amplio sentido, es un oficio riesgoso y de incertidumbres.
«El Arte es largo, el Tiempo, corto», ha dicho Baudelaire. Quien crea, compone y propone, necesita de ocio, y sus tiempos no son de los otros, ni siquiera este o esta saben con certeza cuándo nacerá la criatura, aunque en Perú ocio, tiempo libre, sea una palabra tabú. Se cree que aquel dicho popular, «La ociosidad es madre de todos los vicios», es la única acepción, y esta negativa, además.
En todo caso, Newton debajo de su árbol de manzanas que dicen hasta ahora está en pie –entre muchísimos otros a lo largo de la historia de la humanidad– hubiera sido un gran ocioso ante los ojos de la idiosincrasia peruana de los que jamás se detienen a pensar. Y si desea hacer extensivo a la génesis del Perú republicano, la etiqueta de ocioso le caería como anillo al dedo a ese general San Martín debajo de unas palmeras en Pisco revelándose en un sueño la nueva bandera del Perú.
Aunque para emprender la aventura de hacer del Arte una forma de vida, pocos en su sano juicio pretenderían ser mártires a los que solo les bastase etéreos agradecimientos, o palmadas en el hombro, a sabiendas que en estos es una necesidad irrenunciable, so pretexto de la posteridad y de que lo hacen por amor al Arte –Bolaño alguna vez declaró su temor de que un hijo suyo se declarara poeta, pero al mismo tiempo reconocía que es inevitable cuando tiene que ser inevitable–, ya importa poco si este reconocimiento sucede extemporáneamente, pues de qué sirve que la obra de tal o cual escritor(a), al menos para este, genere plusvalía si este ha pasado ya a mejor vida.
Porque el escritor más que encontrar respuestas busca preguntas, anda por ahí, avanzando, desandando su camino de cuestionamientos, volviendo a avanzar, otra vez reculando. Y así…
Pero, ¿cómo vive el escritor y un artista? Recuerdo una nota en la televisión a la actriz Tatiana Astengo. Confesaba su preocupación mensual de juntar dinero para el cable, para el alquiler del departamento, etc, etc, etc. Normalmente en estrecheces. Lo de estrecheces ya es un triunfo para muchos si se toma en cuenta que no pocos rozan la miseria si han decidido no tener más fuentes de ingresos de lo que producen a nivel escritural.
En este detrás del telón en la vida del hombre o de la mujer de letras, de una mujer o de un hombre que debe leer para ponerse escribir, o escribir para ponerse a leer, existe una precarizacion y un desinterés a nivel de sociedad del trabajo de la escritura como señala Teroba, explicada esta por una explotación a beneficios de otros de sus labores creativas. El escritor, entre los actores que componen el mundo de las publicaciones es el más desguarnecido de todos y, ¡oh paradoja!, es el actor principal de una película que se llama MERCADO EDITORIAL.
Y tal como cuenta Guillermo Saccomano quien, antes de preparar su discurso inaugural, fue el primer escritor argentino en la Feria del Libro de Buenos Aires en extender su recibo por honorarios ante las reacciones de los organizadores que fueron de extrañeza. A Saccomano le objetaron que no se estilaba cobrar por un discurso. «Siempre hay una primera vez», fue su réplica. Porque existe la ancorada creencia de que el Arte no tiene precio. Sobre este también podríamos agregar el disgusto de un amigo saxofonista con estudios en Alemania debido a la pésima costumbre, como si fuera un monito de feria, de solicitarle que tocara algunos temas de parte de un círculo de desconocidos alrededor de una mesa. «¿Le pides a un doctor una receta para el dolor de espalda que sufres en plena calle?».
Teroba se pregunta en el ensayo, «¿es necesaria una estabilidad material para la escritura? Necesaria no, porque la escritura surge donde y cuando puede surgir, como puede. Pero es deseable».
EL DINERO Y LA ESCRITURA tiene de original haber sido escrito en tercera persona como un desdoblamiento de su autora. Dejamos este fragmento que explica bien el trabajo del hombre o la mujer de letras que «propone que el tiempo obtenido pueda ser utilizado para leer o no leer, escribir, crear, o no hacerlo. También puede usarse para mirar el cielo. Es el secreto del ocio, apunta. No debe pensarse con finalidad alguna, como todas y cada una de nuestras actividades en la sociedad utilitaria centrada en la producción de beneficio privado que conocemos».