Estamos a puertas de empezar un nuevo año escolar en todo el país y en la región, pero cuando hablamos de educación volvemos abrir esa vena que sigue sangrando y que nos sigue haciendo daño como cultura, ya que las esperanzas de futuros hombres de bien que sepan encaminar nuestra sociedad con múltiples competencia y herramientas es cada vez un sueño sin fronteras. Una sociedad que no ayuda a contribuir a las políticas educativas que emite el Ministerio de Educación por lo que así estamos formados, con esa vieja educación llenas de mitos urbanos que forma parte de la miseria humana. Una educación de calidad no solo se forja por lo que un estudiante debe tener en el aula como las mejores enciclopedias librescas o virtuales, los mejores docentes con ostentosos méritos; ambientes emblemáticos y un currículo adecuado a las exigencias del mundo globalizado. Si todo esto es requisitos para que la educación mejore, nadie puede negar que sí lo necesitamos y que contribuirá a la mejora de la educación de nuestros niños y jóvenes, pero de qué sirve que se tenga todos esos atributos pedagógicos si es que el niño no aprende a pensar y no aprende a aprender. Si contamos con estas características educativas modernas y complementadas, de nada nos sirve cuando se sigue atentando esos días de clases con la paralización y marchas por las exigencias de justos derechos, en esas horas en las cuales lo chicos pueden aprovechar a mejorar sus aprendizajes. Como podemos educar nuestra educación, si seguimos creyendo que los únicos culpables del fracaso o éxito del estudiante es el maestro y la escuela, cuando muchos padres se olvidan que la educación de los niños parte de la casa, con aquellos valores que desde los primeros años de la infancia se fortalecen en la familia; un padre que le enseñe a su hijos de valores no podrá educar su educación cuando siga creyendo que los políticos deben robar, siempre y cuando hagan obras; que la criollada y la viveza son herramientas principales para sobrevivir en este mundo de lobos más que de corderos.
Como podemos educar nuestra educación cuando esperamos que el maestro debe ser un mago para enderezar a los chicos, ya los padres renunciaron a esa labor y se dieron por vencido. He ahí las tazas de crecimiento en rubros de delincuencia juvenil, embarazos precoces, aumento en el consumo de drogas por parte de los estudiantes. No solo hace falta un psicólogo en cada institución educativa, sino que son los padres los que deben empezar a educar su educación en el rol que les toca jugar en el éxito de los logros de sus hijos. La labor docente es una labor de vocación al servicio y la evaluaciones a ellos rescata esa verdadera vocación creativa para enfrentar distintos mundo como son las mentalidades de nuestros niños y jóvenes, ya que ahí radica la profesión docente, en la creatividad que debe poseer el docente para servir a la mejora de los logros. Aunque la imagen del maestro sigue siendo muchas veces maltratada por algunos medios, no siempre la vocación determina la buena calidad de vida que, como profesionales, los maestros se merecen en la percepción de mejora de su sueldo; porque mientras que siga aquejando algún problema en algunos de estos elemento educativos, como el maestro mal pagado y desactualizado, los padres desinteresados y autoridades de espalda a la educación, la educación seguirá teniendo un pie con que cojear y estaremos siempre llamados a educar nuestra educación.
Escrito por: Gerald Rodríguez. N