ESCRIBE:Percy Vílchez

Entonces, en el habitual tráfico vehicular de la ciudad de Contamana, apareció un vehículo insospechado. Era una flamante ambulancia que no trasportaba ni heridos, ni pacientes ni nada vinculado al mundo de la salud o la curación. En el interior iban sendas y codiciadas cajas de cerveza. Las altas autoridades salutíferas habían decidido dejar de lado sus ocupaciones habituales para darle curso al festejo y a la masiva libación a lo grande. Y en vez de pagar con dinero de sus bolsillos el traslado del licor prefirieron usar un bien público. Como si nada. La tomaduría hubiera quedado en secreto para siempre. Pero algo ocurrió mientras los convocados hacían el seco y volteado.


Un precavido ciudadano filmó el momento en que la ambulancia pasaba repleta de cajas de cerveza. El cuerpo del delito era impresionante, pues el vehículo llevaba tantas cajas que parecía un repartidor de ese codiciado licor. Una foto letal fue publicada en portada por el diario Voces y se armó luego el escándalo. ¿Cómo fue que se permitió y aprobó el traslado ilegal del licor? ¿Quién dio la orden, oral o por escrito, para que un vehículo de ese tipo transgrediera la norma y cometiera un delito cervecero? ¿Cómo era posible aquel hecho en pleno aniversario de aquella urbe?


Las altas autoridades del sector salutífero, quienes legalmente tienen la obligación de ordenar el uso de cualquier ambulancia o vehículo, se lavaron las manos y trataron de salir del paso despidiendo al chofer, señor Jhony Nolorbe Chávez. Este no se quedó en nada y prometió escribir un detallado informe sobre el particular, indicando que el administrador, César Ruíz Valdez, tenía conocimiento pleno del ilegal traslado licorero. En el feo asunto también está involucrado el director del hospital, doctor Víctor Reátegui Colonna. Es decir, se puede presumir con todo derecho que la orden del traslado del licor vino de arriba.


El hecho cervecero, al margen de los inocentes o de los culpables, revela una vez más uno de los reiterados y permanentes delitos de las autoridades de todo pelaje y filiación. En cualquier momento, para alguna cosa, sin ninguna vergüenza, esos sujetos utilizan los bienes oficiales para su propio lucro y beneficio. Pero en esa perniciosa modalidad nunca se había detectado el traslado de ningún licor. De manera que una innovación de ese delito ocurrió en Contamana