LA DANZA DEL CUY

En esta temporada de ardores y calenturas, de parrillas y parrilladas políticas, de quemaduras y achicharramientos a granel, adornados con basura hasta en le memoria, atosigados con vociferantes opositores que deberían estar en la cárcel, se nos ocurre un  nuevo ritmo, una nueva modalidad de vacilón populoso. En serio, este fin de semana ese flamante aporte a la pachanga podría hacernos olvidar, aunque sea por un momento ruidoso, las calles agujereadas,  los líos  ediles o no, los tantos desastres que nos ocurren como si fuéramos los condenados de la tierra. El baile libera de las tensiones, incentiva la alegría, hace gozar. Sobre todo si alguien paga el consumo. Por eso, proponemos, y gratis, la Danza del Cuy como una  manera  de festejar cualquier tontería.

El cuy es un animalito gracioso que parece inocente. No ladra ni mete las garras y hasta puede ser criado como una mascota. Suele ser utilizado en las tómbolas para decidir la suerte de algún palto. Puede comerse en forma chactada. Puede criarse con grama. Y puede regalarse como si tal cosa, como hizo hace poco el burgomaestre de San Juan. Esa imagen imperecedera, la de un sólido y robusto alcalde rodeado de cuyeeitos o cuycitos agradables, movedizos, apetecibles, nos dio la clave para proponer la nueva danza  a todos los dueños de locales del bailongo y el huarapo, a todos los directores de orquestas que cantan canciones ajenas,  a todas las bailarinas que cobran poco por mover los huesos, a todos los menores de edad que  consumen licor pese a los letreros que prohíben hacerlo.

La movediza Danza del Cuy es lo único que nos ocurre cuando pensamos en serio sobre el real papel de un alcalde. Los burgomaestres de estos prados y quebrantos  se pasan días enteros llevando esto y lo otro, podando con tremendas tijeras, haciendo batidas, armando pleitos, cargando cuyes, regalando kilos de arroz y frejol, empujando carretillas. ¿No existen acaso funcionarios, bien pagados,  para que hagan esas faenas subalternas,  para que hagan esas faenas de tómbola edil?  Los titulares del pliego deberían invertir sus tiempos en pensar –y en ejecutar-  cosas más importantes. En los modernos diseños  de sus lugares, por ejemplo. En el catastro que  es la primera medida de un buen alcalde en este mundo, otro ejemplo.