En la curva de Moronacocha, el comercio se manifiesta a través de pequeños vendedores que ofrecen productos frescos. Viviana, por ejemplo, ofrece refrescos de piña y mangos a precios asequibles, aprovechando la abundancia de frutas de temporada. Aprovecha a los clientes, que buscan opciones saludables y accesibles en medio del calor.

Estela, otra vendedora, se enfrenta a un mercado cambiante. Aunque las ventas de aguajina han disminuido, se mantiene en su puesto, dispuesta a adaptar su oferta. “No se desperdicia nada. Lo que no se vende hoy, se transforma para mañana”, dice, abordando la realidad de tener que ser flexible y encontrar soluciones en el día a día.

Hilario, quien vende carbón, ha encontrado en esta zona una nueva oportunidad. Tras mudarse de la ribera para garantizar una mejor educación a sus hijos, se ha adaptado a su nuevo entorno. Ofrece carbón a un precio razonable, destacando su calidad. Su historia refleja las diversas experiencias de los comerciantes, que enfrentan desafíos y buscan prosperar.

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