Todo acto a favor de la cultura en Isla Grande es ir a contracorriente. Cuesta. Nos hace sudar a propios y extraños. Recuerdo que hace unas semanas atrás un grupo de poetas, los más descollantes de la poesía peruana y amazónica, hicieron un manifiesto público, pero pocos apostillaron sobre el manifiesto. Es la indiferencia de los insulares. Hace unos días durante mi estancia en los trópicos hicimos varias actividades culturales y en ellas ningún periodista o medio de comunicación se acercó a averiguar que se cocía en estos eventos – ni el periódico donde tengo una magullada columna y cada día pienso sí esta es útil. Le comentaba a F sí eso me hubiera ocurrido hace diez años me entraba un enfado morrocotudo, pero en estos tiempos lo tomo como una raya más al tigre y sonrío flojamente. El tiempo nos hace valorar en perspectiva. Las actividades culturales están reñidas con los habitantes de la isla, seguro que tienen otras preocupaciones. Así los primeros días de diciembre con las alumnas del tercer grado del Colegio “Sagrado Corazón” planificamos una ruta literaria teniendo como referencia la novela “Estanque de ranas”, era un paseo por el centro histórico, de paso develar y conocer más el patrimonio arquitectónico de la ciudad que emergió como consecuencia de la explotación con sangre indígena del caucho. Fue una gran experiencia esta caminata con estas chicas lectoras de la novela. Curiosamente, los medios de comunicación brillaron por su ausencia en este peregrinaje por el casco histórico. Nadie se asomó, ni preguntó. La misma situación fue la presentación de un libro de investigación sobre derecho comparado en la Corte Superior de Loreto – me dicen que los alumnos y alumnas de Derecho están a por uvas. Esto es lo que hay y no nos hagamos más paltas, me decía un viejo amigo y compañero de colegio dándome un golpe en la espalda. Por eso decía que cualquier actividad en la isla puede ser catalogado como una chifladura, pero habrá que persistir.
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