La crueldad de la riqueza

En las honduras del territorio selvático, en el subsuelo de estas tierras pródigas y espléndidas, hay un lugar que hoy por hoy es una mina de oro, un emporio prodigioso. Es el lote 1AB que afecta a los ríos Marañón, Corriente, Tigre y Pastaza. Es el de mayor producción con 15 mil barriles diarios que  van haciala Costa, que significan divisas para las cuentas nacionales, que generan fuentes de trabajo para tantas personas. Esa mina es, desde luego, de todos los peruanos, pero debería ser primero de los amazónicos que viven en el área de influencia de ese fértil pozo, para las tantas comunidades de oriundos y mestizos asentados al alrededor de tanta belleza. Pero, lamentablemente, no es así.

Y, lo que es peor, los moradores de ese sector de bonanza y de ganancia no solo no disfrutan de las ventajas de la mina de oro, sino que padecen las consecuencias de la explotación de ese recurso.  Desde hace cuarenta largos años el prodigio de la renta petrolera les hace daño con las variadas contaminaciones. Es decir, décadas han tenido que padecer la cruel paradoja de una riqueza en este país que se puede expresar de varias maneras, pero que se puede sintetizar en una sola pregunta:  ¿Cuánto  ganaron los indígenas que participaron en la desaforada explotación cauchera?

La explotación de una riqueza natural es una ganancia para otros y una crueldad sin nombre para los excluidos. Esa inercia histórica ha llegado a su límite. Es por ello que los moradores afectados por la explotación del lote 1AB,  esa mina de oro negro, quieren más quela Consulta Previa.Anhelan una especie de reivindicación antes de ser consultados. No es extraña  esa actitud en nuestra región. Es parte de esa factura social que está allí, extendida y palpitante. ¿No sería un acto de justicia hacerles caso  ahora, antes de que se acabe esa mina de oro negro?