La apuesta inédita

El señor Jack Lang era ministro de cultura francés y esa condición no le hizo burro como a tantos ministros nuestros. El aludido lanzó una exacta definición de la palabra cultura. Es la vida, dijo para siempre. Y para siempre una gestión edil de estos desamparos nos ha sorprendido. En serio. El burgomaestre de Nauta, Darwin Grandez Ruiz, dijo algo raro por acanga. Quiere que su ciudad se convierta en la Capital Cultural de la Amazonía. No es poca cosa. Es bastante, es todo. Decir eso, para comenzar, es escapar de la cansante rutina del cemento sembrado, de la exclusiva obra física que es solo una parte de cualquier urbe.

Nunca, que sepamos, un alcalde de estos desiertos se atrevió a tanto. Sobre todo a imaginar otro porvenir para su lugar. Todos los ediles se llenan la boca con la palabra cultura, pero también dicen, al final, que no hay plata para ese rubro. En el imaginario colectivo fecundan locales, teatros, auditorios, bibliotecas, museos. Pero todavía no se pone la primera piedra en ninguna parte. Este alcalde nautino se atreve a soñar. Despierto. Porque ha comenzado por el principio. Por lo que debe hacer el Estado: sembrar la indispensable infraestructura. Pese a que ya tiene un centro cultural construido por el Gobierno Regional de Loreto, ha presupuestado otro. Antes de fin de año será inaugurado. En la actualidad, viene implementando una serie de medidas tendientes al cultivo de las artes en la población.

Cultura es la vida, dijo el citado Jack Lang. Y el alcalde de Nauta  parece convencido de que ello es cierto. Una verdad sin sospechas o fisuras estériles. Su apuesta ha comenzado a materializarse en hechos, en actos, donde resalta justamente esa incursión hacia los moradores de la ciudad. Y la clave de todo puede estar allí. En el ciudadano (a), donde abunda el vitalismo, el entusiasmo, la única sabiduría como decía el depresivo poeta Marín Adán.