La alerta de Nueva York

En el censo mundial de desdichas el Perú ocupa varios primeros lugares. En el cultivo de la coca, en la elaboración de pasta básica, por ejemplo. Los amazónicos, que tienen varios primeros lugares en tantos rubros, como el embarazo adolescente y en comprensión de texto, vienen ocupando un lugar muy importante en la cadena de la producción nefasta. No todavía es oficial, pero por datos,  por informes,  por declaraciones, como del presidente del Gobierno Regional, Iván Vásquez Varela, conocemos que andamos a la vanguardia en el sembrío de la hoja de coca. En ese contexto también debe verse el reciente ataque que ocurrió en el caserío de Nueva York.

En la última novela de Gabriel García Márquez se dice que Nueva York es el lugar donde van a vivir los que  mueren. En este país de riberas y de bosques y de tantas maravillas naturales, ese nombre designa a una especie de nuevo centro del delito traficante. En este diario, y en otros medios locales y nacionales, hace tiempo se dio a conocer que ese lugar estaba siendo invadido por extraños que bien podían permanecer a narcotraficantes o rezagados extremistas. Era una alerta que nadie hizo caso. Y allí, ante las narices de todos y todas, están las consecuencias  de esa dejadez.

En el caserío de Nueva York, ahora más que nunca,  reina el pánico. El terror de que los invasores regresan a cobrar nuevas víctimas, es una certeza letal. Mientras tanto las autoridades como que juegan al ping pong, como que no saben qué hacer. Ello es lamentable. Se trata no solo de evitar que una comunidad sufra, sino de que el narcotráfico, o la simple delincuencia fluvial, se incrementen.  ¿Qué debe ocurrir para que  las autoridades intervengan decididamente en un lugar amenazado? ¿Más muertos? ¿Más heridos? ¿Más víctimas? ¿O tendremos que esperar que San Juan baje el dedo de los pies?