– En Lima se presentó libro Matsés – castellano
Indígenas en el parque
Escribe: Percy Vílchez Vela.
El diccionario, antes que nada o después de todo, es un acontecimiento para la dispersa sociedad de los matsés. Porque para los indígenas acceder a la escritura es como una garantía de vida, un seguro de permanencia, como les ocurrió hace poco a los indios que dieron el nombre a la ciudad de Iquitos. Como ocurrió con el citado cacique Juan de Alvarado que pidió justicia para él y los oriundos de esta parte del Perú
En el Anfiteatro Chabuca Granda, ubicado en el parque Kennedy de Miraflores y en el marco de la 33 Feria de Libro Ricardo Palma, se presentó un testimonio del remoto país, un libro vinculado a un linaje marginal en la historia amazónica y del mismo Perú de exclusiones. Fue el “Diccionario Matsés – castellano”, de David Fieck y otros autores más la labor anónima, silenciosa pero valiosa de tantos moradores de las dispersas aldeas de ese antiguo linaje selvático.
El libro, editado por Tierra nueva, fue presentado por el escritor Percy Vílchez la tarde del viernes 25 de este octubre que se va. El presentador comenzó revelando algunos aportes de las minorías amazónicas a la historia para dar una imagen global y pan indígena. Refirió el importante papel que cumplieron el cacique Juan de Alvarado al escribir en 1550 la primera crónica amazónica; los ashánincas, los jeberos y los omaguas en tiempos coloniales al descubrir a los castellanos. Ese contra descubrimiento merece más atención de los que todavía creen que los indígenas son simples flecheros, meros animistas o consumidores permanentes de pócimas y no seres capaces de actuar en la historia. En lo referente a los matsés o mayorunas, el presentador refirió que también cumplieron un rol destacado desde la otra orilla, desde la ribera distinta.
En la medida en que alteraron para siempre la vieja historia de la victimización, de la urna extendida, que hasta hace poco se había convertido en el único referente de esa infausta época. Era como un disco rayado decir que en ese tiempo no hubo rebelión indígena, lo cual era un absurdo pues todo abuso hace estallar la respuesta en contra. Nadie puede sufrir los horrores sin sublevarse. De una u otra manera. En ese sentido y después de leer “El libro azul” de Roger Casement, se descubren hechos rebeldes de los mismos huitotos y otros nativos en medio del genocidio en marcha.
Los citados mayorunas o matsés, lejos del Putumayo y La Chorrera, lejos de la pesquisa de periodistas, jueces y cónsules viajeros; lejos de los “historiadores selvícolas” que cita Mario Vargas llosa en “El sueño del celta”, combatieron contra los caucheros. En una guerra desigual y por lo tanto más heroica. Combatieron contra los patrones y, lo que es realmente asombroso, los vencieron. No permitieron que los extractores, ni cuando utilizaron a sicarios capanahuas, abusaran de ellos. O hicieran siniestras correrías, trampas con sus balanzas o trafas en sus libros de cuentas. Afincados en su territorio ancestral, en esa riqueza de todos los tiempos, vencieron. Fue una peculiar guerra de guerrillas que anticipó, por ejemplo, la victoria de los asháninca contra las hordas brutas de Sendero Luminoso y el MRTA. Otra batalla desigual y por lo tanto más heroica.
Desde el punto de vista de los matsés, desde la óptica de esas aldeas, mirada absolutamente válida y necesaria en un país de variadas sangres, el caucho fue un negocio porque ellos mismos vendieron la savia a los extraños. Ello ya es otra historia, una historia que recién empieza, sostuvo el presentador. Por otra parte, y refiriéndose al libro, dijo que la obra era antes que un martirio individual, una gesta solitaria, una labor comunal, colectiva. Todos y todas a una laboraron con sus conocimientos, esa sabiduría que viene de antiguo, de sus antepasados. El libro incesante demoró algo así como 16 años en hacerse, en conocer la imprenta.