Un equipo internacional de investigadores, liderado por la Universidad de Leicester (Reino Unido), realizó un estudio durante cinco años, el cual fue publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, y descubrió que los enfoques genéticos y farmacológicos pueden emplearse para disminuir los niveles de metabolitos tóxicos en el sistema nervioso, y por lo tanto, aliviar algunos de los síntomas de enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer o el párkinson.
Para llegar a esta conclusión, se utilizaron como sujetos de prueba moscas de la fruta Drosophila melanogaster, con el fin de explorar qué metabolitos específicos son los que causan la pérdida de células nerviosas en modelos de mosca con la enfermedad de Alzheimer, Parkinson y Huntington.
“Los dos trastornos neurodegenerativos más comunes en todo el mundo son la enfermedad de Alzheimer y de Parkinson. Las opciones de tratamiento para estas enfermedades son limitadas, y hasta la fecha no existen curas. Nuestra esperanza es que al mejorar nuestro conocimiento de cómo estas células nerviosas se enferman y mueren en el cerebro, podemos ayudar a idear formas de interferir con estos procesos, y por lo tanto ya sea retrasar la aparición de la enfermedad o prevenir la enfermedad por completo”, aclara Flaviano Giorgini, líder del estudio.
Los científicos descubrieron que la inhibición de las enzimas TOD y FMO mejoraba los síntomas de todas las moscas, debido a un aumento de los niveles del metabolito de la vía de quinurenina, conocido como ácido quinurénico (KYNA), el cual es capaz de contrarrestar los efectos de los metabolitos tóxicos.
“Estamos muy emocionados por estos resultados, ya que sugieren que la inhibición de TDO y KMO podría ser una estrategia general empleada para mejorar los síntomas en una gran variedad de trastornos neurodegenerativos, no sólo el párkinson y el alzhéimer, por lo que nuestro siguiente paso es validar nuestro trabajo en modelos de mamíferos y en última instancia ver si estos fármacos podrían ser útiles para los pacientes en los ensayos clínicos”, concluye Giorgini.