ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

Email: vasquezj2@hotmail.com

Rindieron homenaje al General Jaime Vásquez

El homenaje que la Asociación de Oficiales Generales (ADOGEN) le rindió al General PNP Jaime Vásquez Vásquez es motivo para que el periodista Jaime Antonio Vásquez Valcárcel actualice sus recuerdos y rememore un escrito de noviembre del 2011. En ambos se deja notar la nostalgia y el agradecimiento del autor hacia uno de los jefes policiales que tuvo al Guardia Republicana  en la región Loreto y que hoy vive entre Lima, Punta Hermosa y Olot.

En noviembre del 2011 me tocó visitarlo en Olot, ese pueblito español cerca a Barcelona, donde pasaba una temporada junto a su esposa Sonia y sus hijas Patricia y Gisella y varios de sus nietos. Hablamos de todo, como siempre. De la abuela Natividad y el abuelo Juan José. De las muertes de los seres queridos y de quienes se han desplazado por diversas partes del mundo desde el Alto Amazonas. Todo, como siempre, matizado con anécdotas bufonescas y narraciones grandilocuentes sobre los quehaceres de la estirpe.

Jaime Humberto Vásquez Vásquez, con ese nombre completo le mencionaba las veces que podía el tío Miguel A. Villa Vásquez, en sus intervenciones radiales. Es el militar de la familia que ha llegado a tanta alta graduación. General de la entonces Guardia Republicana del Perú que luego pasó a formar parte de la Policía Nacional del Perú, gracias a esa tonta y torpe “reorganización” que impuso el primer gobierno aprista. Sirvió a su patria desde esa institución en todas las regiones del país. Desde la Costa hasta la Sierra, pasando por la Selva, de donde tiene los mayores recuerdos. Fue en la década del 80 del siglo pasado que le tocó retornar a Iquitos como jefe máximo de su institución. Aún recuerdo que recién bajado del avión fue entrevistado por la televisión estatal local y dijo con total contundencia: vengo a servir al pueblo que me vio nacer. Y vaya que lo sirvió con todo el corazón.

No son pocas las oportunidades que le busco para armarle la charla. Siempre sobre los ancestros. Caemos en la cuenta que, por ejemplo, los dos nombres que mi padre decidió que me seguirían por todo el resto de mi vida, se hizo en homenaje al mayor y menor de sus hermanos. Que ambos –Antonio y Jaime- abrazaron la vida militar. Uno desde el Ejército y el otro desde la Guardia Republicana. Que el abuelo Juan José murió de una manera similar a la del tío Oscar Alejandro: en pleno viaje. Y que nos viene lo de aventureros por los genes y que los hijos que dejó el abuelo en por lo menos tres mujeres siempre mantuvieron contacto. Que fueron de madres diferentes pero que los unía el cordón umbilical de la paternidad. Si es posible, esa analogía. No sé si los demás sobrinos, pero yo disfruto de sus conversaciones. Será por eso que lo busco. Ya sea en Lima, en Olot o, en los últimos meses, en Punta Hermosa.

Hasta que llegó el martes 25 de agosto. Siete de la noche. Semanas antes me había dicho que deseaba mi presencia en el homenaje que le preparaba la Asociación de Oficiales Generales (ADOGEN). “Para que tome las fotos” le recalcó a mi hermana Naty. Y ese pedido a manera de orden, este articulista lo cumplió sin dudas ni murmuraciones. Y espero que haya estado a la altura de la circunstancia. Porque esa noche, junto a Robert, Jorge Abilio, Naty, Mónica y Damarith, sentí nuevamente orgullo por el tío oficial. Por él y por todos. Por la estirpe, la familia, todos. Porque en él y con él estaba representado lo que somos y queremos ser: personas de bien y de éxito. Así lo veo al general Jaime Vásquez Vásquez. Un hombre de éxito al que estaré eternamente agradecido. Y ese homenaje lo sentí como  propio y creí ver en el homenajeado a todos los tíos paternos y maternos que me ha mandado la vida. Porque el señor Jaime Humberto Vásquez Vásquez no sólo merece el reconocimiento de la patria, de los oficiales de la Policía sino de toda la sociedad. Y esa noche, entre camarones y licores, fue un resumen de todo ello. Para seguir con esas coincidencias esa noche él mismo se cuidó que asistieran por lo menos dos de sus sobrinos: Jorge Abilio y Jaime Antonio. Pero no por alguna preferencia genealógica sino porque el primero le hizo tío hace más de setenta años y el segundo fue el último de los hijos de su hermano Carlos Toribio.

(EN RECUADRO)

El general Vásquez

Olot tiene poco más de treinta mil habitantes. Geopolíticamente podría ser considerado como un distrito, pero ninguna provincia loretana se le asemeja siquiera ni económica, social ni urbanísticamente. Mi periplo europeo no hubiera considerado esta tierra volcánica sino fuera porque el páter familia de los Vásquez Izaguirre radica en este pueblo hace poco menos de una década. Y, por lo que veo y escucho, está feliz de su residencia porque su condición de jubilado hace que la pase bien. Muy bien, diría.

Jaime Humberto Vásquez Vásquez fue el último hijo de Juan José y Natividad, esa pareja que engendró seis hijos allá en el Alto Marañón y que ambos se encargaron de perfilar para ser ciudadanos de bien. Llegó al máximo grado en la institución policial y fue uno de los últimos generales que tuvo la Guardia Republicana antes que “el búfalo aprista Agustín Mantilla” la desmantelara. Llegó a ser jefe de su institución en Loreto. Tuvo, pues, el máximo cargo en la tierra que lo vio nacer.

Desde hace varios años cada vez que lo encuentro nos enfrascamos en una charla siempre interminable sobre la descendencia del abuelo Juan José. Está pendiente la elaboración de ese árbol genealógico donde no faltan las uniones incestuosas y la proliferación de descendientes que cada vez se va reduciendo. Y es que hablar de las vivencias de los que se fueron y de los que están en este mundo siempre es un ejercicio fascinante. Recordar las coincidencias entre uno y otro descendiente a la hora de la muerte es ilustrativo. Saber que el abuelo murió en similares circunstancias que su hijo Alejandro y que ese viejo entregado al trabajo en la selva tuvo por esas circunstancias de la vida cuatro mujeres en las que engendró más de una veintena de hijos es un ejercicio maravilloso.

Escuchar al general Jaime Vásquez Vásquez aseveraciones sobre lo que pudo ser la institución a la que perteneció y que no fue porque, lamentablemente, los políticos no hacen caso a los técnicos, es comprobar que somos el país de nunca jamás. Ver cómo brillan los ojos del general cuando habla de las bondades del sistema de salud de Olot y lamentarse porque en nuestra patria un sistema tan sencillo como eficiente no puede implementarse es comprobar que la residencia europea no lo ha desvinculado de la tierra y la patria a la que se entregó desde muy joven.

Ya sea en Iquitos o en Lima o, como esta vez, en Olot, siempre terminamos dialogando sobre Perú, CNI y la familia. Porque el general tiene quien le converse y es, además, el único general que tuvo la familia ascendido a punto de estudio, disciplina y honestidad. Verlo en tierras catalanas me ha producido enorme satisfacción. Lo he visto jovial, tranquilo y conversador, como siempre. Y es que con el general Jaime Vásquez uno siente que la familia está feliz y esa felicidad hay que compartirla, qué caray.

Pro & Contra, 4 de noviembre  de 2011