[Dina Ananco, awajún wampis, sobre mujeres indígenas y literatura].
ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel
Dina Ananco trabaja actualmente en el Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP). Es awajún wampis. Egresada en Literatura de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Escribe poemas y cuentos. Participó en la XII Semana Amazónica la tarde del jueves 22 de mayo en el salón de Grados de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú en Lima en la mesa sobre literatura amazónica. Leyó un cuento bilingüe, en wampis y español, y en medio de tantos mestizo nos enseñó un poco de su cultura, sus sueños y de alguna forma la esperanza de una sociedad más justa y solidaria que no excluya a los pueblos originarios sino que integre a sus miembros. Que es posible, claro que es posible. Ella es una muestra y un ejemplo de ello. Porque, como sucedió en la PUCP, donde vaya deja bien en alto su nombre y con ello la de la mujer indígena amazónica.
No estaba en el programa oficial de la tarde. El tema era “Literatura amazónica” con los expositores Gonzalo Espino, Manuel Cornejo y Ana Molina Campodónico. La sala de Grados de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú estaba lista. Quien comenzó la cita fue Manuel Cornejo Chaparro quien disertó sobre “El sueño del celta”, le siguió Gonzalo Espino haciendo un recorrido por la escritura amazónica, después Ana Molina explicó una periodificación de la literatura selvática y, finalmente, con toda la gracia de su juventud y la contundencia de su conocimiento ancestral mezclado con su rabia elegante por el olvido hacia su pueblo y su protesta por la idea que tienen de los amazónicos y a la Amazonía los gobernantes, habló en dos lenguas Dina Ananco. Y sus palabras remecieron el auditorio y conmovieron a los presentes por su franqueza, claridad y jovialidad.
No podía entender, comenzó su intervención Dina, cómo una persona tan preparada y, además, Presidente de la República, era incapaz de entender la diversidad y a los pueblos amazónicos al llamarlos como ciudadanos de segunda clase. Y parte de esa diversidad es ella, su gente, su lengua, su pueblo. Era necesaria esta reflexión para luego explicar cómo es que germinó el cuento sobre el Baguazo que tiene como personaje principal a Santiago Manuín, a quien considera como algo mítico porque pasó a convertirse en el actor principal dela resistencia. A tal punto, afirma Dina, que me parecía que agarraba todo lo que tenía a su alcance para defender a sus hermanos. El cuento –una pieza conmovedora, según dijeron varios de los asistentes, luego de escuchar el relato- fue escrito en español y en wampis. Pues ella es también traductora y escribe en ambos idiomas. Y, lo confesamos, escuchar el cuento primero en wampis fue algo mágico, pues sin entender muy bien las palabras en la sala se notaba una atención excluyente. “Primero lo leeré en wampis y si no se duermen lo escucharán en castellano”, dijo Dina. Y nadie se durmió. Reproducimos los dos primeros párrafos del cuento en wampís, con su respectiva traducción al castellano:
Wampis:
Yama tsawaimiayi, ñauwa nui jantsemruamiaji ii nunka maniitkatsa jinkimu shir wechamtai waketrami iña jeen nunikar chicham shir wetiña nui anentaimsami tusar. Yatsur aiñaka kaniiarmiayi, jinta churam wake meser aamaunam jukatamusha antumiayi. Nampekmauka nankatatsain churuara wajasan iimiajai ii awarún tura wampisti jintanam tuaka matsamsamun.
Penker tsawaimiayi, policiajaisha chichantsamiayi mankartuamuksha atsawai warin atsanrataij nusha atsawai tusar ashi chichasmiaji. Tikichkisha jakauka atsawai timiaji. Turasha iiña nunke apurinka numpa nekaptsuka juamainchau nekaprauwaiti.
Castellano:
Eran las cinco de la mañana, la noche anterior habíamos celebrado el fracaso de nuestra protesta resignados a volver a nuestras casas y guardar la esperanza. Los hermanos dormían, se oía el ronquido a lo largo de la esbelta carretera solitaria. Todavía con resaca, observaba con ojitos achinados el camino cerrado y apenas despejado por más de tres mil awajún y wampis.
Todo estaba en paz, habíamos conversado con la policía y concluíamos que no había a quién vengar. Nadie había muerto. Pero el presidente no podía quedarse sin saborear la sangre.
Cuando le preguntaron cómo comenzó a escribir historias dijo que los antropólogos y los lingüistas son los culpables que ella se haya interesado en su lengua y que note la importancia de la misma. Habló sobre sus estudios en San Marcos donde leía literatura quechua y en español.
La misma Dina Ananco, en un artículo sobre la mujer indígena, señala que a pesar del machismo ancestral y la preeminencia del hombre en la cultura de ellos existen varia mujeres que se han convertido en lideresas. “Las mujeres indígenas amazónicas de hoy que aparecen en el escenario político son las que han derribado esa brecha o ese mito de que la mujer es simplemente la compañera del hombre. Uno de los casos es la historia de Teresita Antazú, una lideresa de larga trayectoria que incluso postuló al Congreso por el partido Gana Perú (…) Teresita me impresionó por detalles que contaba de sus trabajos en las organizaciones y los cambios que su pueblo no aceptaba en ese momento cuando ella aspiraba ser cornesha, título que era imposible de obtener para una mujer en la cultura yánesha, sin embargo Antazú logró ese título. Así, tenemos a muchas mujeres como Nélida Calvo, mujer wampís, ahora consejera por la región Amazonas, Delia Atamain, lideresa awajún que forma parte de la directiva del Consejo Aguaruna Huambisa, Lidia Rengifo, secretaria de la Aidesep, Alicia Fernández, mujer harambut, lideresa de Fenamad, y una larga lista donde poco a poco van sumándose más mujeres. Tenemos a la coordinadora del Programa Mujer de la Aidesep, Rosilda Nunta del pueblo shipibo, a la reconocida lideresa huancavelicana Gladis Vila Pihue, presidenta de la Organización Nacional de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú (Onamiap) y a Tarcila Rivera Zea, de Chirapaq (Centro de Culturas Indígenas del Perú), reconocida por la Fundación Ford en 2011 con el Premio Visionario.
El Baguazo
Eran las cinco de la mañana, la noche anterior habíamos celebrado el fracaso de nuestra protesta resignados a volver a nuestras casas y guardar la esperanza. Los hermanos dormían, se oía el ronquido a lo largo de la esbelta carretera solitaria. Todavía con resaca, observaba con ojitos achinados el camino cerrado y apenas despejado por más de tres mil awajún y wampis.
Todo estaba en paz, habíamos conversado con la policía y concluíamos que no había a quién vengar. Nadie había muerto. Pero el presidente no podía quedarse sin saborear la sangre.
Apenas se oyeron los pasos de los otros uno quiso alertar que recogiesen sus pertenencias para marcharse. Acaso el gobierno no había oído sus peticiones, el apu había coordinado, pero esas palabras se convirtieron en bala.
Los disparos de los militares y policías seguían y los somnolientos guerreros por naturaleza casi con dieta como si fueran a tomar ayahuasca en un ayamtai salieron a defenderse como lo hacían sus abuelos cuando eran atacados por sus enemigos.
Era selva sin bosque, ni árboles dónde esquivar la bala, ni piedras, ni cataratas que cubrieran las pisadas para desviar al enemigo y ¿a qué dirección volaba el picaflor que no aparecía? Corríamos con nuestra lanza, simplemente corríamos escuchando la melodía de los municiones o lo que fuere que sucumbía nuestro tímpano. Algunos caían resbalándose en el lodo, en una piedra que no era piedra, en la nada.
Así fue, simplemente corrieron como una mariposa flotante en el camino, como wampan que decimos es el alma de algún pariente que falleció hace poco y le ponemos masato en la esquina de la casa para que en nuestros sueños no nos reproche que lo echamos de lado, así, corrían evadiendo la muerte.
Dicen que el indígena no entiende de leyes, ni de comunismo, ni de marxismo y otras teorías occidentales que airean con orgullo los otros y guardan bajo sus almohadas, simplemente defienden su vida, a la madre tierra, La Nugkui, reportaban los medios.
La paz que reinaba se convirtió en una guerra desenfrenada. La pelea no era horizontal, no había espacio para elegir al guía del camino. No había camino, no estaba Tentets, ni Tsamarén menos Sebastián. Se mataban peruanos entre peruanos, después de cantar el Himno Nacional a toda voz.
Sí, se mataban entre ellos, lejos de los “civilizados” de los “ciudadanos de primera categoría”. Civilizados a tan altura que no podían entender que la vida no es dinero ni el poder. Se mataron como humanos dejando heridas que acaso nunca se cerrarán. Así lo conoció el mundo.
Ese día no hubo fiesta de Tsantsa, tampoco dietaron, estaban enloquecidos y sedientos de la indiferencia. Tal vez algunos comieron gallina asada con plátano asado o tal vez huevo sancochado o chonta o quien sabe tomaron ayahuasca para no temblar ante la vida.
Allí estaba, dicen que era gordito y cachetón, se hacía llamar líder y no apu, hasta le decían “el máximo líder”, y como tal le dieron por muerto. Dicen también que le dispararon una vez, otra vez y hasta siete veces pero el awajún no moría, y nunca murió.
Coloquen el CUENTO COMPLETO en wampís.
Felicitaciones Dina Ananco!!! muy orgullosa de que las mujeres llamadas como «indígenas» sigan avanzando, y la palabra indígena va en comillas por que TOD@S somos de la misma raza. Aun hay GRANDES esperanzas que la nueva generación de los pueblos vulnerados por el centralismo y las grandes urbes nos llenen de orgullo, por que es de TODOS los pueblos mas afastados que debemos aprender la riqueza cultural y kutiparnos de esa lucha diaria de los defendores de una Amazonia HERMOSA y que los «grandes de la politica» solo la quieren destruir y desaparecer a sus habitantes.
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