ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

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¿Y si hacemos exactamente lo contrario a lo que sugieren los profesionales mediocres que en Loreto abundan tanto? Es decir, hagamos la hidrovía, sembremos cacao en Tamshiyacu, explotemos los recursos petroleros sin que interfieran los dirigentes nativos, concretemos la interconexión Moyobamba-Iquitos sin darle importancia a los sachaambientalistas, emprendamos las obras públicas sin tomar en cuenta las protestas de los dirigentes de construcción civil, prioricemos las decisiones por la salud y la educación sin tomar en cuenta las marchitas antipopulares de los dirigentes sindicales que se han enquistado en ambos sectores. Es decir, organicemos el desorden. Porque, a raíz de los resultados de la última década -y más- nos ha ido mal en los sectores donde se ha dejado de lado los proyectos debido a la oposición sistemática en los mismos.

Curiosamente, los que se oponen son los mismos de siempre. Quienes no han emprendido proyectos productivos ni en el campo, menos en la ciudad, se convierten en los oponentes mediáticos de las iniciativas regionales y nacionales. Ya está bueno de hacerles tanto caso, digo ¿no?

La hidrovía amazónica traerá muerte y destrucción a los seres vivientes de nuestros ríos, dicen y bajo esa premisa quieren que el poblador siga en su canoa. Porque si de muerte y destrucción se trata hasta un “peque-peque” lo provoca, ¿no? La siembra de cacao en Tamshiyacu ha sido realizada por una empresa que ha deforestado y convertido los suelos fértiles en un desastre para la tierra, dicen y no se percatan que con la inversión llegada por esos sembríos los pobladores de Tamshiyacu han mejorado su condición de vida y son los principales defensores de una iniciativa privada que el Estado debería incentivarla porque, entre otras cosas, hace lo que el gobierno nunca podrá emprender. Los dirigentes de las comunidades nativas donde se desarrolla la actividad petrolera esperan el menor detalle para exigir que se los trate mejor y en esa negociación firman actas, emprenden viajes, participan de reuniones en las más altas esferas del poder -que, además les encanta- y la situación del poblador de esas zonas no ha mejorado. No tienen agua ni luz y en eso, claro que no la única, pero la principal responsabilidad es de ellos. El Estado ha hecho mal, es verdad, pero los dirigentes lo han hecho peor. La interconexión eléctrica de Iquitos al sistema nacional se vino abajo porque “los ambientalistas” de siempre se opusieron junto con pobladores nativos ya que las torres de transmisión pasarían a una altura que perturbaría el hábitat de los animales de la zona, decían y se pudo mejorar el diseño pero se optó por dejarlo de lado porque más bulla hacen los “defensores” de lo políticamente correcto. Las obras públicas se detienen porque los gremialistas exigen mejor trato ya que se sienten marginados cuando se ha visto que los dirigentes persiguen mejoras personales y no colectivas. Los sindicalistas del sector Salud y Educación un buen día levantan su voz de protesta por las presuntas irregularidades que se cometen y a los pocos días emprenden viajes a Lima para gestionar pagos que no es de su competencia y, sin importar el objetivo, regresan con un discurso diferente mientras la anemia, desnutrición infantil y embarazos en adolescentes aumenta en relación inversamente proporcional a las condiciones de atención al poblador.

¿Suena un poco descabellado, verdad? Claro que sí. Y este articulista está convencido que no sólo pensarlo sino escribirlo y exponerlo es también descabellado en una sociedad donde lo políticamente correcto siempre será mejor que lo contrario. Al ver los resultados sociales e indicadores económicos de los primeros meses del primer semestre del año que está por concluir, creo que debemos hacer todo lo contrario a lo que los profesionales mediocres exigen hace varios años. Tantos años que esos mismos profesionales -fracasados en sus emprendimientos- se reciclan estacionariamente y cumplen roles políticos, pontificando las mismas barbaridades por las que creo estamos como estamos.