El Gobierno de Venezuela ha confirmado este martes que abatió a Óscar Pérez, el piloto que se había rebelado contra el presidente Nicolás Maduro. Otros seis agentes que se encontraban junto al oficial insurrecto también murieron durante el asalto de tropas gubernamentales en una casa ubicada en la zona de El Junquito, en el oeste de Caracas, donde el grupo fue encontrado el lunes. Para su localización, el Gobierno venezolano ha asegurado que contó con información de opositores al régimen, algo que la oposición ha negado. Pérez estaba en la clandestinidad desde el pasado junio, tras haber atacado con granadas, desde un helicóptero de la policía científica, dos edificios oficiales en la capital venezolana.

La noticia sobre el ajusticiamiento de Pérez, el agente que había organizado una célula guerrillera y se había alzado en armas contra el Gobierno, ha generado confusión en la sociedad venezolana y una extraña sensación de remordimiento. El régimen de Maduro elimina de esta manera a uno de sus enemigos más explícitos, mientras en los amplios y dispares sectores de la disidencia democrática se purga un extraño malestar que, dada la inseguridad jurídica del país, no todos están en condiciones de verbalizar.