Este mundo cruel cada día es más individualista, poco solidario con el dolor de los demás. Esto viene desde muy lejos cuando el ejercicio de las libertades no mide al que tiene al lado y esta actitud tiene mucha historia e histeria. Los demás me importan un pepino o un shimbiyo para decirlo en escalas amazónicas. Caminando por las calles de Montevideo mientras me deleitaba con la prosa de Mario Levrero vi un anuncio de un diario por la Plaza de la Cagancha, sí, por la avenida 18 de julio en pleno dentro de la ciudad que decía en los recientes atentados de Bruselas que entre las víctimas no se encontraban personas de nacionalidad uruguaya. Como decir, sí el resto es de otra nacionalidad bueno importara poco o se sufre menos, olvidándose que todos pertenecemos al género humano. Es por eso que cuando pasa un acto terrorista en otra parte del mundo que no sea Europa (el diario El País con cierta frivolidad pergeñó una crónica con el título “La generación Bataclán”, era de risa trágica, jóvenes que desafiaban a los integristas tomando copas en un bar) o Estados Unidos de América, el dolor es menos. Infelizmente, es una pésima práctica periodística que va en este camino individualista y poco fraterno. Cruzo el charco y estamos en España y al mirar los noticieros, la misma historia de las víctimas y las nacionalidades. Se da cuenta de un atentado terrorista o de un accidente lo primero que miran es sí hay paisanos de la misma nacionalidad ¿pero que estamos creando? Así lo que estamos generando o promoviendo son monstruos de un individualismo en superlativo, que el dolor ajeno poco importa. La humanidad cada vez se deshilacha.
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Llamada
Es por eso que cuando pasa un acto terrorista en otra parte del mundo que no sea Europa (el diario El País con cierta frivolidad pergeñó una crónica con el título “La generación Bataclán”, era de risa trágica, jóvenes que desafiaban a los integristas tomando copas en un bar) o Estados Unidos de América, el dolor es menos.